Perspectivas para el Nuevo Años

Charla de Rafael Caldera en el programa «Actualidad Política» del 24 de diciembre de 1959, trasmitida los jueves a las 10 pm por Radio Caracas Televisión.

Ya va a terminar el año de 1959. Tenemos unas navidades tranquilas y alegres. El que no quiera verlo así es porque tiene esclerosada la retina.

Ha pasado un año lleno de dificultades. Y si lo quisiéramos ignorar en este momento, el mensaje de optimismo que traemos para la colectividad venezolana, a lo mejor no sonaría, y entre ellos el principal, sin duda, ha sido la incomprensión creciente, en los más variados sectores, sobre el funcionamiento de la Unidad. No podemos menos que reconocer que la Unidad, aceptada como un hecho espontáneo y hasta inevitable en las jornadas de la liberación y durante la provisionalidad, ha tropezado en el espíritu colectivo con resistencias para convertirse en sistema más o menos permanente durante el período constitucional.

Por supuesto, no podemos ignorar que gran parte de la incomprensión se debe a la influencia, que es grande y se ejerce con habilidad, del Partido Comunista de Venezuela, sobre muchos canales de la opinión pública. El Partido Comunista se ha trazado como línea evidente la de hacer difícil la situación de un gobierno de coalición a tres, tal vez pensando que con ello se abriría camino a la integración de un gobierno de coalición a cuatro, con lo cual parece que hubiera perdido el sentido de realidad que muchas veces le ha caracterizado en su acción, pero esto es imposible desconocerlo. Muchos reporteros –algunos de ellos buenos amigos míos, muchachos inteligentes, con bastante influjo en los periódicos– a cada momento están moviéndose, y no de una manera aislada sino a través de una acción concatenada, para hacer más difícil o más hosco el ambiente del gobierno de coalición en la opinión pública. Pero no podemos hacer lo de algunos señores, que toda la culpa de sus dificultades y de sus problemas la atribuyen a los comunistas. Tenemos que decir, con toda la sinceridad que el caso reclama, que los inconvenientes y los obstáculos no serían suficientemente graves si no hubieran emanado de los otros sectores políticos.

Obstáculos para la Unidad

Por una parte, hay mucha gente, en la base de Acción Democrática, que no entiende la Unidad sino como una etapa transitoria dentro de la cual el partido que obtuvo la mayoría debe asegurar posiciones para establecer en una próxima etapa un dominio absoluto. Este es un hecho y un hecho que sin duda ha creado más de un inconveniente en el funcionamiento del gobierno unitario. Y, por otra parte, hay mucha gente en la base de los otros dos partidos (y he querido hablar en sentido general de los tres partidos, a pesar de que en el mío, en medio de todo, es donde menos brotes de incomprensión se han hecho patentes) que tampoco entienden la Unidad como algo conveniente para el país, sino que la ven con recelo, como un experimento a través del cual le estamos dando fuerza a Acción Democrática en una etapa en que no está todavía suficientemente vigorizada en los cuadros del Poder Público, y con ello le estamos preparando el camino para una hegemonía definitiva.

Estos elementos que piensan así en la base de los otros partidos. Deducen que no debemos ir a la Unidad sino con el secreto designio, a veces no demasiado secreto, de asegurarnos nosotros también posiciones que le hagan difícil ese camino a la gente de Acción Democrática. Con todo ello, los tres propios partidos de la coalición, en gran parte, en la anchura de su base, han creado inconvenientes y obstáculos que han estado a punto de hacer naufragar el ensayo de unidad que se viene practicando en Venezuela.

De otro lado, la opinión de los sectores independientes que no están canalizados en ninguno de los cuatro grandes partidos nacionales, no ha sido tampoco muy generosa con la Unidad. La Unidad viene a ser la cabeza de turco sobre la cual recaen todas las imprecaciones. Si se hace algo más o menos mal hecho, la culpa la tiene la Unidad; y si no se hace, y este es el reclamo más común, la culpa la tiene también la Unidad. Reconocemos que la forma como ha funcionado el mecanismo unitario, ha dado en más de una ocasión motivo para esta interpretación. Pero en un análisis cordial, sincero y de buena voluntad, tenemos que señalar que muchas veces se ha cargado a la Unidad con culpas que no tiene, y no se le han abonado resultados positivos, como éste de darnos, al fin y al cabo, unas Pascuas tranquilas y traernos a la terminación del año de 1959 y a la iniciación del de 1960 en plena constitucionalidad.

Optimismo para 1960

Debemos prepararnos para el próximo año con una actitud hondamente saturada de buena fe. La Unidad, que nos ha permitido, en medio de tantas dificultades, ir asentando la idea misma del sistema democrático y su realización en Venezuela, tiene que hacerse un estado de espíritu. La responsabilidad que tenemos los dirigentes de los partidos políticos no se agota tratando de entendernos con los dirigentes de los otros partidos. Tenemos que tratar de llegar a nuestra propia gente, a la base de nuestros propios grupos y a la opinión independiente, para hacerlos sentir y comprender que las imperfecciones que observamos a cada momento son susceptibles de corrección; pero que hay un hecho fundamental que es necesario salvar para la vida de Venezuela: la concurrencia de las fuerzas políticas y sociales organizadas, para el fortalecimiento de este postrer ensayo de vida democrática que estamos realizando a siglo y medio de nuestra Independencia.

Cuando nos acercamos al nuevo año, debemos hacerlo con una convicción impregnada, más bien, de alegría. Venezuela está viviendo como un país libre, después de haber derrocado un régimen que parecía inconmovible. En su ensayo de libertad, en su tentativa por buscar camino a la expresión de los sentimientos y de las ideas, Venezuela está transitando por la difícil senda de una crisis social y política sin que las pasiones hayan estallado en forma destructora y sin que estemos dando la sensación de un país en el desorden o en el caos. Ya cuando nos acercamos a la Navidad, a la Nochebuena de esta noche y al nuevo año de 1960, esto es algo que nos debe llenar, y nos llena de satisfacción y de seguridad en el porvenir.

El mensaje cristiano

Resuena en la jornada de esta noche el canto de esperanza que desde hace ya cerca de 2.000 años nos viene desde el pesebre de Belén. En esta noche nos sentimos más hondamente cristianos, más profundamente penetrados de una fraternidad humana universal. Cuando nos abracemos esta noche, pensamos no solamente en los pueblos que viven en paz como nosotros, sino también en aquellos que están manteniendo el tesoro de sus aspiraciones y de sus creencias en las situaciones más difíciles: pensamos, por ejemplo, en los cristianos de Palestina, tierra que ha sido considerada con preocupación por el polvorín, el centro focal de todas las angustias sobre el estallido de una nueva conflagración mundial; pensamos en los cristianos de Polonia, que en medio de un régimen comunista han impuesto respeto para sus convicciones religiosas y están hoy en plan de defenderlas cuando nubes más densas que las de hace poco están cuajando otra vez en el horizonte; pensamos en los cristianos de Rusia, a quienes una organización de 40 años, sistemáticamente orientada a arrancar la idea de Dios, no pudo privarles de esta creencia; pensamos en el puñado de cristianos chinos; pensamos en los cristianos de todos los lugares de la tierra, que están sintiendo hoy, en la receptividad de sus corazones, el llamado que pide una actitud hacia arriba: «gloria a Dios en las alturas», y una actitud de comprensión y de fraternidad: «paz en la tierra para los hombres de buena voluntad».

En esta noche nos sentimos mucho más profundamente cristianos. Y cuando lo afirmamos lo hacemos en nombre de un movimiento político que con todo sentido de responsabilidad ha adoptado la denominación de Partido Social Cristiano de Venezuela. Al decir «social-cristiano» estamos diciendo que creemos en la urgencia de un profundo cambio social para hacer que la paz, que la unidad, que la fraternidad, que el espíritu cristiano se convierta en norma fundamental de la conducta de los hombres. Al llamarnos cristianos –esto lo hemos repetido muchas veces– no estamos arrogándonos un monopolio del cristianismo, ni pretendiendo sustituir a la iglesia en sus funciones específicas, sino expresando una aspiración que no negamos en los demás, sino que queremos que sea compartida por todos, en un nuevo mundo que está pidiendo, al lado de la libertad la justicia, dentro de la justicia la justicia social, y al lado de ésta el imperativo de la caridad.

Cuando un partido coloca dentro de su denominación el nombre democrático, no se le puede irrogar la ofensa de que está negando a los demás que son demócratas. Cuando un partido adopta dentro de su denominación cualquier otro calificativo, como republicano o nacional, no se puede pretender que niega por ello que los otros grupos también sostengan el régimen republicano o un sistema de gobierno que afiance la soberanía nacional. Cuando un partido como el nuestro toma el nombre de cristiano, no está pretendiendo –porque sería un verdadero absurdo– negar el fondo de espíritu cristiano que hay en los demás grupos y que está emergiendo en el mundo como la realidad más hermosa y más prometedora después de una experiencia de materialismo; materialismo que fue consecuencia de la irreligiosidad de las clases altas, que negaron la idea de Dios y que produjeron, como resultado natural, en el movimiento comunista, un ateísmo militante que arrolló a todos pero que no pudo destruir la aspiración profunda que existe en el corazón de los hombres hacia lo sobrenatural y el reconocimiento de la humanidad por el movimiento cristiano que engendró la verdadera civilización.

Deberes de raíz cristiana

Nosotros deseamos en este momento pedir a toda nuestra gente y a toda la población venezolana un minuto de reflexión sobre los deberes que nos impone la raíz cristiana de nuestra civilización. Cristo apareció en un pesebre, y esto solemos repetirlo con cierto romanticismo, sin detenernos a pensar que ese pesebre era un establo inhóspito y sucio, donde moraban animales y donde el colmo de la pobreza rodeó como atributo principal el nacimiento de quien había de fundar la religión de mayor contenido espiritual que han podido conocer los hombres. Esa identificación con la pobreza material, esa idea profundamente revolucionaria que el cristianismo significó en su origen y en los siglos que lo sucedieron, se olvidó en muchas ocasiones, pero cuando hoy se piensa en un cristianismo de acción, humano, sincero, para los humildes y no para los soberbios, en un cristianismo transformador y revolucionario, no se está inventando un dogma nuevo ni se está predicando una nueva herejía, sino simplemente recogiendo en su fuente más pura, en su fuente cristalina y prístina, la verdadera idea que dio fundamento y extensión en el mundo al movimiento de la cristiandad.

Un mensaje de fraternidad

Nosotros queremos, en esta noche de Navidad, enviar a todos nuestros amigos de Venezuela, a los miembros del movimiento social-cristiano y a sus simpatizantes, lo mismo que a quienes están afiliados o simpatizan con otras corrientes políticas, o a quienes no han querido ni quieren enrolarse en ningún movimiento determinado, un mensaje de comprensión, de fraternidad y de sinceridad.

Estamos dispuestos a luchar porque lo genuino del espíritu cristiano reverdezca en nuestras sociedades, despojándolo de lo artificial que una serie de hechos históricos acumularon sobre él. Estamos dispuestos a colaborar para que la fe en el porvenir, la comprensión, la sinceridad y el entendimiento que caracterizan el mensaje y el testimonio de Cristo, se hagan presentes en nuestra Patria, en este momento tan difícil para la humanidad.

Al acercarnos al ano de 1960, quiero traer, de parte de quienes hemos luchado de buena fe y con sinceridad, en medio de las dificultades y de las incomprensiones en esta etapa de la vida de Venezuela, nuestra promesa de continuar la lucha en el mismo sentido amplio y generoso por toda la patria venezolana. Cuando vacilamos en medio de dura incomprensión –porque más fácil es predicar el odio que el amor, más fácil es fomentar el rencor que la armonía- pensamos en que tenemos hijos, y para ellos continuamos nuestra lucha. Es para los hijos de todos los venezolanos que queremos construir una Patria definitivamente libre, una Patria también justa y sana.

En este año que vamos a abordar habrá, como en el que está terminando, muchas dificultades. Abrigo la esperanza que las dificultades más serias que en este momento se confrontan han de quedar resueltas en el primer trimestre de 1960. Si 1959 ha sido el año de las dificultades planteadas, esperemos para 1960 que sea el año de las dificultades resueltas. El año en que todos los venezolanos nos unamos, con la conciencia de que las jornadas iniciadas el 23 de enero no han terminado todavía, con la convicción de que la libertad es un bien fundamental que debemos defender y mantener a cualquier precio, y con la idea de que si no mantenemos nuestro acuerdo sobre las básicas cuestiones que en este momento confronta la Nación, todas estas experiencias concluirían en un triste fracaso. Esta misma convicción nos debe servir de acicate, de aliento y de motivo de optimismo.

Venezolanos, compañeros y amigos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, todos los que están en este momento preparándose a disfrutar al lado de sus familiares unas navidades de hombres libres, en medio de una paz que ha podido mantenerse por sobre las dificultades: vamos a hacer todos, en esta hora de los deseos hermosos, el propósito de continuar laborando sin descanso por ganar esta hora histórica, por asentar sobre bases verdaderamente firmes, la libertad y la democracia.

Y repitamos con el canto de los ángeles a los pastores en esta noche de Navidad: levantemos hacia arriba nuestro espíritu con un «gloria a Dios en las alturas», y para hacerlo, busquemos también el sincero entendimiento entre los hombres: «paz a los hombres de buena voluntad».

¡Feliz Navidad y Año Nuevo!