Los comunistas y los otros

Charla de Rafael Caldera en el programa «Actualidad Política», trasmitida el jueves 4 de febrero de 1960, las 10 pm, por Radio Caracas Televisión, y tomado de su publicación en La Esfera.

Sin virulencia, pero con la necesaria claridad, hay que enfocar un tema cuyo deslinde es indispensable para asegurar mejor la marcha de Venezuela. Se trata de la actitud del Partido Comunista, a la cual me voy a referir, no con la pretensión de influir la línea de ese Partido –que, desde luego, sabemos que sigue determinadas directrices–, sino con el deseo de esclarecer la actitud de los grupos que integran la actual coalición de gobierno frente a la posición de los comunistas.

La línea de los comunistas en Venezuela fue, sin duda, extraordinariamente hábil en el año de 1958. Mejor podríamos decir, en el primer semestre del año de 1958. Del segundo semestre del 58 en adelante se modificó esa actitud, y visiblemente ha sido menos hábil en el año 1959, quizá por una circunstancia de tipo internacional.

Cambio de línea

El Partido Comunista, con su línea que era verdaderamente unitaria –inobjetablemente unitaria– en el primer semestre del año de la liberación, se anotó puntos de gran relieve en su mundo internacional. Pero ha encontrado que, por las circunstancias peculiares de Cuba, el Partido Comunista de Cuba, que calzaba muy bajos puntos con la revolución de Fidel Castro en sus primeros tiempos, ha ido logrando una serie de victorias estratégicas en el campo internacional, que han dejado atrás, ante la valoración de sus compañeros, los méritos obtenidos por el partido comunista venezolano. Y esto quizás los ha llenado de intranquilidad. Han pensado que el camino cubano era más fructífero, olvidando que las circunstancias de Cuba y las nuestras son diferentes, y que por eso no se incurre en ningún delito ni se muestra ninguna animadversión al decir que lo que pasa en Cuba y lo que pasa en Venezuela son dos fenómenos que, aunque tengan algunos puntos de semejanza, guardan profundas diferencias, porque hay raíces y circunstancias distintas en el desarrollo de la situación en nuestros dos pueblos.

Volviendo, pues, a la cuestión de la línea comunista, sin entrar a repetir el análisis fundamental de una doctrina de la cual discrepamos sustancialmente (baste recordar que nosotros proclamamos los valores espirituales como básicos en el desarrollo de la historia y en la vida humana, mientras que por definición el Partido Comunista arranca de una doctrina de negación de la influencia de los valores espirituales y sustenta la base materialista como fundamento en la vida de las sociedades), sin repetir, digo, un análisis doctrinario del comunismo, es necesario insistir en dos aspectos en los cuales los tres grandes partidos de la coalición coincidieron para definir un deslinde ante el Partido Comunista.

Diferencia de concepciones básicas

En primer lugar, hablando de la situación interna, no se le irroga una ofensa al Partido Comunista al establecer que no se trata de un movimiento sustancialmente democrático, por lo menos en el sentido en que la palabra democracia se ha entendido y se entiende dentro de los países que se han dado en denominar occidentales.

Ellos, los comunistas, hacen hincapié sobre la llamada democracia económica y democracia social, aspectos que nosotros no menospreciamos en absoluto pero que consideramos relacionados con la democracia política, como fundamento del progreso social.

En días pasados leí la expresión de un dirigente comunista que decía: “el pueblo en Cuba ha ganado más sin elecciones, que el pueblo venezolano con elecciones”. Aparte de que sería discutible cómo se obtienen mejor los beneficios populares para asegurarlos en forma sólida y progresiva, debemos recordar que las elecciones representan, dentro del concepto que prevalece en la civilización llamada occidental, un principio fundamental en sí mismas. No debemos olvidar que todas las conquistas que los obreros han ganado en los países de esta civilización arrancaron del hecho mismo de la democracia política, porque al tomarse en cuenta los votos de los obreros como un factor decisivo en el desarrollo de la vida política a través del sufragio, las aspiraciones de los obreros hacia su mejoramiento social y económico fueron planteadas y renovadas sistemáticamente en cada proceso electoral, lo que trajo la incorporación de las masas laborales al campo de la democracia social y de la democracia económica.

El comunismo es un sistema doctrinario cerrado, rígido, que no tiene la comodidad de utilizar sus propios argumentos para analizar fenómenos que nosotros no entendemos. Me voy a atrever a mencionar una palabra que no quieren que se mencione ahora en Venezuela, una palabra que es blasfemia para determinados cartabones, el nombre de un pequeño país en el centro de Europa: Hungría. Cuando un levantamiento nacional y popular en Hungría fue aplastado con tanques y cañones de una potencia extranjera, para los comunistas no era problema la defensa de este hecho. ¡Claro que hubo dentro de los partidos comunistas del mundo entero profundas decepciones por la cuestión de Hungría! En Francia, prominentes personalidades se retiraron del Partido o fueron sancionadas disciplinariamente por estar en desacuerdo con el aplastamiento soviético de la insurrección popular y nacional en Hungría. Pero para el comunista convencido no hay problema en defender la cuestión húngara: ¡se trataba de que los reaccionarios, los imperialistas, habían armado al pueblo de Hungría, y no había más remedio sino aplastarlos con la fuerza de una potencia socialista!

Con estos o similares razonamientos, para ellos no hay escrúpulo en gobernar por la fuerza, apoyando a una determinada minoría como la el régimen de Kadar, porque significa la aplicación de una doctrina de la que están profundamente convencidos. Por ello se puede encontrar en la estructura del Estado, en la naturaleza del Estado, de la finalidad del sufragio y del funcionamiento de la democracia política, que esa doctrina difiere radicalmente del postulado básico de vida política-democrática que sustentan los grandes partidos que integran en Venezuela la coalición de Gobierno.

Diferencia de posición internacional

Pero, por otra parte, hay también una cuestión de tipo internacional. Los partidos comunistas (esto tampoco es un misterio para nadie) saludan como propios los triunfos que la Astronáutica soviética se anota enviando cohetes a la Luna o colocando proyectiles en el espacio, porque la posibilidad definitiva de triunfo o de fracaso de los partidos comunistas en el mundo depende de las posibilidades de triunfo en el campo, ya de la estrategia militar, económica y política de la Unión Soviética, como centro de gravedad del bloque comunista.

En los países donde las armas soviéticas entraron, allí están sosteniendo un régimen comunista. En Alemania Oriental, por ejemplo, existe un régimen que no admite el que se someta a votación libre y controlada por diversas potencias, la verdadera voluntad del pueblo. Porque tal elección tendría para ellos el riesgo de que la mayoría de los alemanes que viven en Alemania Oriental (lo que los alemanes occidentales llaman la zona de Alemania ocupada por los rusos) se pronunciaran por la anexión a su Patria, y esto no lo pueden permitir.

Hay un hecho evidente, que yo no sé por qué constituye una especie de “tabú”, que no se puede mencionar: desde el momento en que desapareciera una barrera, una potencia militar que haga frente a la expansión militar y política de la Unión Soviética, desde ese momento, automáticamente, los partidos comunistas tomarían por la fuerza el control del gobierno en todos los países del mundo. Para eso están preparados.

Y en este sentido, cuando se piensa que pueden constituir en éste o en determinado momento una amenaza dentro del terreno de la fuerza, se observa que en realidad esa amenaza está condicionada a factores externos. Desde el punto de vista interno no tiene perspectiva de viabilidad ni de éxito. La cuestión depende de la situación internacional. Por este motivo, para el Partido Comunista es fundamental la lucha sistemática y constante contra los Estados Unidos y todo lo que represente dentro de ese país una fuerza militar, una fuerza económica, una fuerza diplomática. De vez en cuando, algunos voceros del Partido Comunista dicen: “no somos enemigos del pueblo de los Estados Unidos”, pero como el pueblo de los Estados Unidos se ha pronunciado sistemáticamente y en forma adversa a la penetración comunista, cuando hasta los líderes de las grandes y más radicales masas obreras sindicalizadas mantienen una posición abiertamente anti-comunista, resulta para ellos un objetivo claro de táctica internacional, al cual se condicionan otros objetivos de carácter interno o externo, la lucha contra los Estados Unidos, el debilitamiento de las fuerzas que se le oponen en forma sistemática y constante.

Ante el capital extranjero

Ahora bien, los que nos encontramos, por ejemplo, en la posición de los tres grandes partidos que tienen la responsabilidad de plasmar en sistema de vida permanente el ensayo de libertades adquirido a raíz del 23 de enero de 1958, tenemos ante los Estados Unidos una posición de crítica, pero no de hostilidad sistemática. Nosotros señalamos y estamos dispuestos a mantener que la política de los Estados Unidos, como potencia frente a los países de América Latina, ha estado cuajada de errores e injusticias, y que dentro de los Estados Unidos hay una serie de fuerzas económicas que no han tenido comprensión para la evolución de la humanidad y que nos consideran como simples países productores de materia prima o campo de una mera actividad lucrativa.

Frente a esos errores y frente a esas fuerzas tenemos una actitud neta; pero no estamos tampoco, ni podemos estarlo, en la posición de que todo lo que venga de los Estados Unidos es malo por el simple hecho de venir de los Estados Unidos; o admitir que nuestra misión sea cerrarle las puertas al capitalista norteamericano que se halle en disposición de invertir dinero aquí para fomentar alguna industria; o señalar constantemente al odio público todo aquello que venga de fuera; porque eso podrá servir a los intereses de la Unión Soviética en su lucha contra los norteamericanos, pero no sirve a los intereses de Venezuela.

Si un capitalista norteamericano se dispone a traer capitales para montar en Venezuela fábricas que puedan dar trabajo a obreros venezolanos, nosotros estamos dispuestos a estudiar sin prejuicios sus proposiciones. Por de pronto, tenemos que señalar que éste no es ya un país sin voluntad propia, sin soberanía, instrumento de intereses extraños, sino un país que tiene su soberanía y sus leyes, y que sabe lo que hace; y que, así como impuso a las compañías petroleras un aumento considerable en el monto de sus impuestos por un simple Decreto de una Junta de Gobierno, que en sí, intrínsecamente, no tenía mucha fuerza, ya que como decía el doctor Gustavo Machado, dirigente del Partido Comunista, ha sido quizá el gobierno más débil que ha habido en Venezuela, en cuanto no tenía en sí una fuerza propia que lo mantuviera, sino el consenso de una serie de voluntades que le eran ajenas, puede definir su posición sin complejos de inferioridad. No hubo conflictos internacionales porque se le impusiera a poderosas compañías inglesas y norteamericanas un aumento sustancial en el impuesto, y el gobierno tuvo fuerza para que esa medida se hiciera efectiva y –si fue cierto lo que informó la prensa– para dejar en el extranjero al jefe de una de las más poderosas compañías por expresarse en términos que se consideraron poco respetuosos en relación a aquel Decreto.

Si una empresa extranjera viene a poner aquí una industria, sabe que se va a encontrar con sindicatos venezolanos, que conocen cómo defender sus derechos y que no están desamparados por las leyes, sino que cuentan con una legislación protectora y con organismos oficiales, a través del Ministerio del Trabajo y de todas sus ramas, dispuestos a amparar sus reivindicaciones para obtener los derechos que les corresponden.

La comparación con Rusia y China

No estamos, pues, nosotros en la posición en que pudo estar Rusia o China antes de llegar un gobierno comunista. Y es por esta circunstancia por lo que queremos insistir en lo absurdo de una especie de moda verbal que se ha establecido en algunos sectores, que le da al público la impresión de que los comunistas mandan en Venezuela. Porque aquí no quieren dejar hablar sino de Rusia y de China (no se puede hablar de los Estados Unidos sino mal, no se puede hablar de la Unión Soviética y de China sino bien) para señalarlas como ejemplo de grandes realizaciones, sin observar que se trata de un sistema distinto que ha costado muchos sacrificios, y cuyo sostenimiento se ha ganado a costa de la libertad y de la vida de muchos seres humanos.

Nosotros no somos macartistas. No estamos por la persecución de los comunistas. Consideramos que, por una serie de circunstancias, la vida legal del Partido Comunista es más bien conveniente. Ahora, planteamos, eso sí, el que esa vida legal debe deslindarse claramente de la responsabilidad de los otros grupos que cumplan función directora dentro de Venezuela. Y cuando se nos trae como ejemplo de progreso lo que se ha obtenido en la Unión Soviética en el espacio, o lo que se está realizando con inmensos sacrificios dentro de China, no podemos menos que recordar las frases de una carta de Albert Camus, cuando ganó el Premio Nóbel y publicada en la prensa venezolana en 1957, que decía lo siguiente: “Richard Hillery halló antes de morir en el combate en la última guerra, la fórmula que resume y expresa en este dilema: ‘Combatíamos esta mentira a nombre de media verdad’.” Pasa a explicar allí una idea muy pesimista, pero  ¿puede haber el caso en que se combata una mentira en nombre de un cuarto de verdad? “Es –decía Camus– dentro de su propia y específica posición, nuestra situación actual. Simplemente, el cuarto de verdad que contiene la sociedad occidental se llama libertad. Y la libertad es el camino, y el único camino de la perfección. Sin libertad se puede perfeccionar la industria pesada, pero no la justicia o la verdad. La historia más reciente, de Berlín o de Budapest, debería convencernos en esto. He dicho que ninguno de los males que el totalitarismo pretende remediar no es peor que el mismo totalitarismo. Y no he cambiado de opinión. Por el contrario, después de veinte años de nuestra dura historia, donde he tratado de no rechazar ninguna de sus experiencias, la libertad me parece finalmente, para las sociedades como para los individuos, para el trabajo como para la cultura, el bien supremo que domina los otros”.

Estas palabras de Camus tienen cierto valor de testamento. Su prematura desaparición las rodea de una significación singular. Y cuando se nos habla, por parte de gente que no puede estar identificada con la organización comunista en el mundo de las realizaciones de Rusia, porque pudo lanzar un Sputnik antes de que los Estados Unidos lograran éxito en este campo, o de las realizaciones de China que han convertido en una potencia militar a aquella nación de seiscientos millones de habitantes y que fue siempre campo de colonización, se olvida que el precio de aquellas realizaciones es muy caro y muy fundamental, incompatible para el espíritu de los venezolanos en la hora actual: el precio de la libertad.

Para hacer esas cosas como ellos las hacen, hay que sacrificar la libertad. Para buscar el desarrollo económico sin mengua de la libertad, hay que tomar otro camino. No es el camino chino, no es el camino ruso: es el camino que estamos buscando las naciones de América Latina.

Uno de los grandes signos del momento actual es la formación de una unidad de conciencia que hace de Latinoamérica una fuerza creciente. En esto, estoy de acuerdo, hay cierta analogía, cierta coincidencia de aspectos, con la emancipación de otros pueblos antes sojuzgados: los pueblos árabes, por ejemplo, o muchos pueblos del extremo Oriente. Pero América Latina tiene una fisonomía peculiar. Tiene un contenido espiritual. Tiene ya realizaciones andadas. Nuestros países levantaron la frente, y el “gringo” viene hoy en actitud modesta; tiene que estudiar nuestras leyes y reconocer nuestra soberanía, si quiere negociar y estimar hasta dónde puede desarrollar su actividad.

En algunos de los pueblos de más allá de la “cortina de hierro” (yo apenas he visitado uno, pero tengo amigos que han visitado otros) existe la idea de que los latinoamericanos somos esclavos que llevamos la cadena al cuello, que no podemos movernos sin el grito del capataz-gringo que nos marca a cada paso la consigna; de que nuestros magistrados tienen que interpretar una sonrisa de Eisenhower para saber si dictan o no dictan un Decreto. Y esta propaganda ha llegado hasta nuestras propias cercanías, porque yo encontré en Panamá, en una mesa redonda que hicimos en la Universidad, después de una de las conferencias que dimos allá, amigos que pensaban que un obrero petrolero en Venezuela era una especie de siervo que se movía al compás del mandoble y que era víctima de la más espantosa y humillante de las explotaciones.

Nada más lejos de lo cierto. La verdad es que nos falta mucho, y lo vamos a lograr desarrollando nuestra economía, porque la verdadera soberanía no la acabaremos de conquistar gritando o injuriando, sino creando una riqueza propia; pero para crear esa riqueza propia tenemos que obrar con inteligencia, dentro de nuestra propia línea. Y por eso hemos sostenido y sostenemos nosotros que la posición del Partido Comunista, que no puede renunciar a su doctrina, que no puede renunciar a su posición claramente alineada en el campo internacional que gravita fatalmente alrededor de esa inmensa masa distinta a nosotros que es la Unión Soviética; que el Partido Comunista –repito– tiene que estar fuera de la coalición de gobierno. Porque la coalición de gobierno no puede comprometer su actitud internacional por una sumisión a la línea marcada de Moscú, y porque la coalición de gobierno tiene el deber, que reclama la historia, que reclaman los compromisos y que reclaman la conciencia del pueblo venezolano, de fortificar la democracia política (eso que los comunistas llaman la democracia burguesa) al mismo tiempo que la democracia económica y social.

Y por ello, sin persecuciones, sin necesidad de acciones de fuerza –que resultan contraproducentes– la posición de los tres partidos debe ser cada vez más clara y más neta. Decirle a los comunistas: señores, estamos luchando para que ustedes también puedan vivir, actuar y trabajar dentro de Venezuela; estamos dispuestos a combatirlos a ustedes en el campo de la libertad, dentro de las universidades, dentro de los sindicatos, en la prensa, en el parlamento, en todos los terrenos en que haya que ir a buscar la opinión del pueblo; pero, precisamente, para construir esto que a ustedes como venezolanos les debe interesar también, es conveniente que ustedes estén en su posición y que no pretendan arrastrarnos a nosotros a una línea que no es la que a Venezuela corresponde. La línea que a Venezuela corresponde está trazada en el compromiso de los tres partidos. Y si los tres partidos no se fortalecen en esta actitud y en el deslinde de las situaciones, no podrán lograr la obra que esta generación tiene comprometida con nuestra Patria.

Buenas noches.