Rafael Caldera

 Por Francisco Arias Cárdenas, ex candidato presidencial y ex gobernador del estado Zulia.

En lo familiar la imagen de Caldera fue una parte importante de mis buenos recuerdos. Conocí a Rafael Caldera por la devoción de mis abuelos, tachirenses de Táriba, católicos de tradición. No olvido los reproches del abuelo a la abuela Carmelina por sus observaciones sobre lo buenmozo de Caldera. Aparte de la represión y el allanamiento a la UCV, Caldera representó para un joven seminarista de entonces, la posibilidad de hacer política diferente desde el enfoque de la fe, desde el enfoque de la doctrina social de la Iglesia. Uno lo percibía distinto a la maquinaria demagógica en que se convirtió el partido que fundó. Su discurso ante el Congreso le permitió ser visto distinto a nuestros ojos de rebeldes presos por nuestras ideas. Sentí alegría cuando a pesar de los años fue capaz de deslastrarse para lanzar su candidatura con el chiripero.

En el PAMI me dio la oportunidad para mostrar al país que no éramos militares aventureros sino patriotas capaces de hacer la gerencia pública con éxito. Como gobernador supe de su esencia democrática y la franqueza de su afecto por el Zulia. Cuando cerré los puertos ante las burlas de Parmalat a los ganaderos, me indicó que si me llevaba a la Corte perdería la gobernación. Ayúdeme a resolver, le respondí, y así lo hizo. En diciembre 98 ganada la batalla en el Congreso por la Ley de Asignaciones Económicas Especiales, me preguntó qué haría el gobernador del Zulia si en uso de sus facultades vetaba la ley y la regresaba al Congreso. Le respondí que eso no ocurriría porque él amaba al Zulia, esta noche le pongo el ejecútese a la ley, me respondió. Alguna vez, preguntándole por lo que tenía que ver con el perdón a las afrentas, me dijo que perdonar era relativamente fácil, lo difícil era olvidar.

Por eso estando fuera de Caracas para asistir a sus funerales rogué a Dios por el alma de un venezolano de bien que vivió sus circunstancias lleno de dignidad. Paz a sus restos.