Despedida

Llamado por Dios a dejar este mundo, como es destino de todo ser humano, deseo para mi Patria aquello por lo que tanto he luchado.

Quiero que Venezuela pueda vivir en libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los derechos humanos, donde la justicia social sea camino de progreso. Sobre todo, donde podamos vivir en paz, sin antagonismos que rompan la concordia entre hermanos.

Procuré tener el corazón cerca del pueblo y me acompañó siempre el afecto de mucha gente.

He tenido adversarios políticos; ninguno ha sido para mí un enemigo.

He intentado actuar con justicia y rectitud, conforme a mi conciencia. Si a alguien he vulnerado en su derecho, ha sido de manera involuntaria.

Asumo con responsabilidad mis acciones y mis omisiones y pido perdón a todo aquel a quien haya causado daño.

Me voy de este mundo en la fe de mis padres, la fe de la Santa Iglesia Católica.

Creo en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; creo en Jesucristo, Nuestro Señor, Dios y hombre verdadero. Creo en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.

A la Virgen Santísima, Nuestra Madre, acudo ahora, como tantas veces a lo largo de los años: ruega por nosotros, pecadores, en la hora de nuestra muerte.

Pido a mis hijos especialmente que cuiden a Alicia, aquejada por una grave pérdida de memoria que le impide valerse por sí misma.

Dios bendiga a Venezuela y nos abra el camino del desarrollo en libertad, justicia y paz.

 

Rafael Caldera