Recorte de La Unión (Órgano oficial de la Unión General de Trabajadores) del 27 de febrero de 1936 donde aparece publicado este artículo de Rafael Caldera.

Un Gigante

La agremiación obrera es un gigante. Por la fuerza que de ella surge, la ficción novelesca o fabulosa que inventaba seres humanos provistos de una magnitud extraordinaria, ha venido a cobrar realidad.

Es de los trabajadores la fuerza del número. Sentimientos y necesidades comunes prestan robusto fundamento a la solidaridad obrera. Sólo falta organización. Proveámoslas de organización, y las agremiaciones de obreros constituirán un factor decisivo en la vida social.

Así tendremos realizado el gigante. Pero ¿se ha meditado la responsabilidad que le incumbe por esa sobre fuerza?

Imaginemos por un momento el reino de la fábula; demos corporeidad material a esos seres fantásticos que usamos para impresionar la mente de los niños. Si esos gigantes hacen bien, merecen la gratitud eterna de los hombres. Si en lugar de intervenir se apartan, para dejar libre el campo a quienes menos fuertes, son sin embargo más audaces; si criminalmente permiten toda clase de males: esos gigantes merecerán escarnio, porque no supieron interpretar su responsabilidad que los obligaba a actuar y no a abstenerse. Pero si en vez de hacer el bien ni de abstenerse, el gigante se empeña en obra destructora, se ciega por el odio y desconoce los derechos ajenos, ¡ay!  de la sociedad que no puede atajar sus estragos y malditos por siempre los que usaron una superioridad que habían debido encaminar al bien de la Nación para, al contrario, debitarla y encarnecerla.

Una organización obrera encaminada al mal, encarnaría aquella fantasía del novelista que hizo Frankestein, creador de un superhombre con un cerebro de enfermo.

Hay que despertar en el obrero la conciencia de la organización. Hay que construir el cuerpo del gigante, mediante la estrecha relación y coordinación de sus células (los trabajadores) y el mejoramiento progresivo de cada una. Pero hay que ir sobre todo al cerebro. Este, la junta directora, merece la atención más esforzada y la vigilancia más alerta por parte de los mismos obreros; porque si al cuerpo del gigante ha de agregarse una cabeza sana, sus actos serán provechosos, gigantescamente provechosos, pero si el cerebro y el corazón están enfermos, –por más que el cuerpo esté, como ha de estarlo, lleno de buenas intenciones–, el resultado ha de ser, como el de la novela, macabramente trágico.

Trabajadores que leéis nuestro periódico: la «Unión General de Trabajadores» os invita a organizaros. Su voluntad está preñada de deseos de mejoramiento obrero, encaminados a una elevada finalidad social. Inscribíos en sus filas, para que vosotros mismos cuidéis de que no se pierda nunca el derrotero que el interés obrero y el patriotismo le han trazado.

 

Hermanos de patria que formáis una clase social, la que más necesita y la que más espera: hay que tener siempre presente la conciencia del propio valer. Debe el obrero convencerse de que es un tesoro la fuerza que tiene entre sus manos, para cuidarlo de manera solícita y no ponerlo en manos de agitadores sin escrúpulos que solo medran del malestar social, para evitar que nunca sea instrumento de ambiciones ruines. Organicémonos; y cuando organizados seamos una verdadera potencia, bajemos a la lucha a reivindicar nuestros derechos y a servir a la patria y a la justicia social, y que estemos avizores para impedir que se nos ultraje y se nos manche haciéndonos servir, mediante palabras envenenadas y engañosas, de instrumento de odios y venganzas personales ni de los sucios intereses de quienes quieran presentarse mentirosamente como sacrificados.