Recorte de El Universal del 5 de mayo de 1936 donde aparece publicado este artículo de Rafael Caldera.

¿En defensa de la Federación de Estudiantes? (Actualidad estudiantil)

Nuevamente Manuel Rodríguez Cárdenas ha escrito sobre el problema interno de la Federación de Estudiantes. Su artículo es una contestación al mío publicado en este Diario el domingo último. Creo necesario solamente aclarar algunas ideas expuestas por Rodríguez.

No me explico por qué se titula el artículo: «En Defensa de la Federación de Estudiantes de Venezuela». Todos vamos en defensa de la Federación. Cada uno según su criterio, todos tratamos de influir por nuestra parte algo, para que tome la ruta que juzgamos más adecuada. Si en otro tiempo criticábamos que se llamara enemigos de Venezuela a los enemigos de Gómez, no debemos hoy imitar tal sistema defendiendo a la Federación contra los estudiantes que sólo se oponen a ideas manifestadas por otros estudiantes, pero nunca en contra de la agrupación en sí.

Nuestro grupo, dije y lo repito, sólo tiene como lazo de unión la tendencia a oponerse a lo que, según nuestro criterio, pueda hacer que algún acto de la Federación conduzca en definitiva a daño de la Patria. ¿Tú crees, Rodríguez Cárdenas, que es absolutamente imposible que en el seno de la Federación germine alguna idea que pueda resultar en daño de la Patria? Nosotros no sostenemos tesis tan radical. Es cuestión de criterios. No creo que sea la ocasión de discutirlo. Por lo demás, tú mismo has confirmado una suposición mía: la absoluta necesidad de tu tiempo no te ha permitido ir con frecuencia a la Federación. No he querido «sugerir esa forma incruenta de sacrificio» que presumes, con alguna inconsecuencia hacia «la obligación de juntar los hombros e insensibilizar la epidermis» a que al final de tu artículo se alude. Mi intención clarísima al recalcar tu no asistencia, no es pretender sugerirte sacrificios incruentos; es poner de manifiesto que, aunque estés con ella y la conozcas muy a fondo, sólo puedes referir acontecimientos sucedidos dentro de la Federación por lo que otros te hayan relatado. Eres estudiante ya avanzado de Derecho y por ello estoy seguro de que sabrás que el que no presencia los hechos, siempre será testigo de referencia en cuanto a tales hechos.

Pasando a otra cuestión, estoy cordialmente de plácemes con la expresión de una pretendida contradicción que me has hallado, porque dices que no se explica cómo afirmo que me he opuesto todas las veces que he creído mi deber hacerlo y que al mismo tiempo he guardado franca solidaridad. Esa pretendida contradicción me honra y comprueba mis asertos. Dentro de la Federación me he opuesto, y seguiré oponiéndome, a todo lo que juzgo desvirtúe lo que considero legítimas aspiraciones del estudiantado; pero fuera de la Federación he guardado hasta ahora, ante la opinión pública, franca solidaridad para eso mismo a que en el interior me había opuesto. ¿Parece extraño, verdad, Rodríguez Cárdenas? Contradictorio, en realidad, parece; y supone un sacrificio verdaderamente incruento, de magnitud tanto mayor cuanto más grande es esa contradicción entre lo que se ha sostenido adentro y lo que por solidaridad se ha aceptado afuera.

No continúes, Rodríguez Cárdenas, tratando de encontrar en nuestros actos extrañas influencias, así sean las de «algunos profesores en el ánimo de varios fervientísimos discípulos». No busques tales influencias ni tales sugestiones en nuestras acciones, para las cuales se necesita algo distinto a extrañas direcciones: se necesita sentirse estudiante, se necesita proveerse de un íntimo sentimiento de solidaridad estudiantil y de un sincero cariño por los fines legítimos del estudiantado, para sostener una lucha dura y para hacer el sacrificio que hasta ahora hemos hecho y que supone admitir la contradicción que has sabido encontrar. Sin ser estudiante, sin tener arraigado el hondo significado de esta palabra con pleno sentimentalismo, no es posible explicarse la actitud de lucha interna pero de tolerancia externa que ese «sector juvenil» en que me encuentro ha mantenido, quizás más allá de lo legítimo.

Sí debo rechazar categóricamente, con toda la energía con que pueda contar, la gravísima imputación que me haces, de «afirmación respecto a lucha religiosa en el País». En la Federación de Estudiantes he sostenido desde el mes de diciembre la tesis de que la cuestión religiosa debe mantenerse totalmente al margen de la Federación, porque ella sería necesariamente causa de desunión en el estudiantado, y hasta llegaría a trascender al ambiente nacional. En Venezuela no hay lucha religiosa. Nosotros no queremos por nada que la haya. Por eso hemos soportado, sí, una injuria sistemática de nuestros sentimientos, que ha existido a pesar de que se diga lo contrario, y que no ha sido referida «con la intención de atraer sobre el resto del estudiantado las iras de los otros radicales». Gravísima imputación, me haces, Rodríguez Cárdenas. La rechazo absolutamente, y protesto contra ella de modo decidido. No trato de lanzar sobre el resto del estudiantado las iras de los otros «radicales». Trato solamente de hacerle ver a ese resto de estudiantes, que nos están hiriendo en lo más íntimo, y que no es así como se puede laborar por la unificación del estudiantado y por la felicidad de la Patria. La mejor prueba de que no quiero que el estudiantado se divida por razón de religiones es la de que me encuentro en un grupo que tiene inmensa variedad de matices ideológicos, como ya lo señalé.

Te extrañas de que haya recogido lo que dices que no era para mí. Pero al hacerlo así me movió el deseo de evitar frases que por impersonales hacen un daño efectivo en la mente del público, que trata de atribuirlas siempre a alguien. Y por el hecho de que se me señala abiertamente como uno de los que han emprendido la campaña que algunos llaman de desunión estudiantil y que nosotros llamamos de comprensión estudiantil. Y si hice alusiones, muy a mi pesar, a credos religiosos, fue para desvirtuar de una vez el rumor, que ha llegado hasta a tomar forma declarada en el seno de la Federación, de que se trata de manejos clericales en todo caso en que se revela alguna oposición. Ese recurso no vale. Su fuerza es únicamente la de deslumbrar a algunos espíritus un tanto inexpertos, en quienes la adquisición de las primeras nociones filosóficas hace ver un peligro sustancial en todo credo religioso.

Lo repito y lo sigo repitiendo. No quiero que nunca la Federación pueda encontrarse, como no se encuentra hoy, dividida por meras opiniones religiosas. Únicamente pido comprensión y respeto para la opinión de cada uno.

He leído también en «El Heraldo» del domingo un artículo de mi amigo y condiscípulo J. A. Gonzalo Patrizi, miembro del Consejo Central de la Federación. Se titula «Destemplados manejos de un sector estudiantil». No puedo comprender a quiénes se refiere, ni si sus frases se dirigen al mismo «sector juvenil» que ha motivado estos artículos míos. Pero sí puedo decir que este Gonzalo Patrizi no es el mismo que he conocido en las aulas universitarias. De tener que decidir cuál es el verdadero, creo que debe serlo el Gonzalo Patrizi sereno, amigo, mesurado, de las aulas, y no el Gonzalo Patrizi «destemplado» del citado artículo, pues que el tono de éste repudia una respuesta seria.

Terminando. En la defensa de nuestro ideario he procurado evitar siempre virulencias, y creo que lo he logrado; he examinado y discutido posiciones e ideas, pero con el lenguaje comedido que reclama toda enunciación de principios. Al criticársenos, en cambio, nuestros censores no han podido contener la frase agresiva, que al discutir, antes de convencer, deja en todo caso la molestia del rozamiento. Nuestra consigna es, al contrario, abstenernos de herir para no dividir, desde luego que la herida siempre produce desintegración.

Rafael Caldera R.