La manida nomenclatura de «derechas» e «izquierdas»

Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 2 de octubre de 1949.

La fauna de los comentadores, deseosa de suplir con ventaja el papel del público análisis político, ha puesto en boga una expresión que todos hemos escuchado, porque funciona a manera de estribillo: «a Fulano deben nombrarlo para tal cosa, porque es un hombre de izquierdas»; «a Zutano le encargan de tal puesto, porque es izquierdista».

Viene con ello a ponerse de moda la manida nomenclatura de «derechas e izquierdas». Póstumo fruto de lejanos tiempos, parece que con ella estemos condenados a padecer nuevamente nuestro clásico retardo frente a los acontecimientos mundiales. Cuántas veces se expresa: «Sería muy bueno para tal o cual cosa, pero como es derechista, podrían decir…». Lo que inevitablemente conduce a la pregunta, que nadie, en ninguna parte, ha logrado aclarar satisfactoriamente.

  • ¿Qué es derecha? ¿Qué es izquierda?

La clasificación estaba en boga allá por los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Sus orígenes parecen haberse referido a los propios tiempos de la Revolución Francesa. En el Parlamento, las reglas ordenan dar la palabra primero, entre dos que la piden a un tiempo, a quien se halla más a la derecha de la Presidencia. Era lógico, pues, que los representantes del Gobierno, cuya obligación era plantear una tesis, tomaran asiento a la derecha, y que tomaran asiento a la izquierda quienes llevaban la función de combatir.

De acuerdo con este criterio, izquierda sería sinónimo de disidencia, inconformidad, oposición. Pero la nomenclatura fue pasando a las ideologías y los sistemas. Los comunistas, grandes maestros en el arte de la propaganda, le dieron un sentido especial. La táctica es muy clara: crear, primero, la mística del izquierdismo; catalogar, después los movimientos y los hombres, haciendo caer en el odiado y negro derechismo a las fuerzas anticomunistas, y llevando a un luminoso plano de conmovedor izquierdismo a quien se sintiera grato y propicio con el avance del comunismo.

En resumidas cuentas, muchas veces el criterio para clasificar un ejemplar político en «izquierdista» o «derechista», vino a ser sólo éste: la capacidad para acordarse o no con los intereses de los comunistas. Quien lo dude observe casos esclarecedores.

En efecto. Si se utilizara como criterio de clasificación, la aptitud para sentir un ideal de reforma social y de redención para las clases populares, no se explicaría por qué llaman «derechas» a grupos o fuerzas de definida vocación por la Justicia Social, mientras aparecen como «izquierdas», fuerzas de rancia intransigencia económica y definida vocación plutocrática. Si el criterio residiera en la actitud frente al ideal religioso, no se explicaría la existencia de «derechistas» ateos o librepensadores, ni menos aún, la de individuos que se dicen católicos y desmayan en éxtasis cuando logran que les digan «izquierdistas». En resumidas cuentas, los comunistas han logrado imponer como criterio de clasificación, la actitud frente a ellos: un caudillo como Fulgencio Baptista es «izquierdista», porque llegó a ser aliado o amigo de los comunistas; mientras que otro como Perón es «derechista», porque no ha llegado a formalizar la transacción con ellos.

La clasificación tradicional comenzó su quiebra cuando grupos de antiguos socialistas, echados por el camino del fascismo, pusieron de cabeza el léxico político. El panorama se fue confundiendo más cuando algunos movimientos se llamaron «izquierda tradicionalista» o «derecha revolucionaria», rehusando aceptar la ubicación forzosa en uno de los grupos. Pero la catástrofe del vocabulario culminó cuando grupos o personas a quienes los mismos comunistas llamaban «de izquierda», porque habían ido siempre de bracero con ellos, se les pusieron de frente: ejemplo típico, el del Presidente González Videla. Este y otros políticos de ubicación similar, proclamaron constituir una «izquierda anticomunista» y ya, con ello, se fue al cesto el objeto mismo de la celebrada nomenclatura.

En Venezuela, la experiencia fue intensamente vivida. En el quinquenio del Presidente López Contreras, ya vimos cómo muchos de sus colaboradores «se volvían melcocha» cuando las fuerzas de oposición les pasaban la mano, diciéndoles: «Usted es un hombre de izquierda». El quinquenio del Presidente Medina fue la más elocuente experiencia: Medina pasó, de la derecha a la izquierda, cuando legalizó el Partido Comunista: se hizo izquierdista irrecusable, cuando fue aliado con los comunistas a una contienda electoral.

Hay que ver cómo se hablaba entonces. El Presidente Medina apoyaba en las fuerzas que llamaban «de derecha», pero sus mimados, la expresión sublime de su régimen, la constituían sus colaboradores de «izquierda». Andrés Eloy Blanco, con fina ironía y sutil intención política, los colocó, en el Partido Oficial, dentro de una supuesta «ala luminosa»: de que el asunto les gustó, da fe el que todavía se encuentran muchos que se expresan con satisfacción suma: «yo era del ala luminosa del PDV».

Pero sobre todo hay que ver cómo se obraba. Los métodos esenciales no eran lo importante. Lo interesante era el coqueteo frente a los comunistas. Hoy mismo, se sostiene con toda tranquilidad que Medina fue un demócrata PORQUE legalizó el Partido Comunista. Lo demás no importa. Lo demás no interesa. Cuando el gobierno del General Medina declaró fuera de Ley más de cien sindicatos, con sus federaciones y confederaciones, ello no fue tomado en cuenta: porque, para sincerarse, el Presidente anunció el mismo día la reforma constitucional, cuyo punto central y esencial era el célebre inciso 6º.

Parece tonto que hoy, después de intensos años vividos, se vuelva a lo mismo. Yo he oído de labios que entienden enseñar gravemente una lección de alta filosofía política, la clasificación suprema: COPEI es un partido de derecha; URD, un partido de izquierda.

No le tenemos miedo a las palabras, pero explíquese: ¿en qué se basa la clasificación? Si es la actitud frente a la reforma social, nosotros preguntamos: ¿es acaso más definido el programa y la actitud de URD que la orientación y lucha definida por COPEI en favor de los trabajadores? No supongo que sea por la posición religiosa, pues si bien COPEI defiende abiertamente las ideas cristianas y los derechos de la Iglesia Católica, el propio opinador (simpatizante de URD) excusaba al urredismo del cargo de hostilidad antirreligiosa. Y si fuera por la popularidad, creo que las cifras electorales no dan lugar a engaño, sino al que voluntariamente se quiera engañar. En resumidas cuentas, el motivo de la clasificación estaría en que COPEI es anticomunista, mientras URD no ha tenido boca para decir que el comunismo es un mal, o una amenaza para la humanidad.

¿Qué se busca con la «reprisse»? Lo mismo que en otra época se perseguía: decir primero que izquierdismo significa progreso, ilustración, popularidad, para luego engatusar a los incautos que se dejen. El truco no es nuevo. Una de las más agudas informaciones de «La Esfera» recordaba, en sus campañas de 1945, cómo en sus tiempos el General Gómez, el férreo dictador, motejó de «reaccionario» al «Mocho» Hernández, símbolo de la lucha por la libertad.

Ya el pueblo de Venezuela está curado de espantos. Con llamar «derechista» o «reaccionario» a un movimiento o a un ciudadano, no se le quitará el mérito de su labor. Ni con decirle «hombre de izquierdas» a cualquiera bastará para absolverlo de lo que haya hecho o lo que haga. Lo mejor es dejar de una vez esa nomenclatura caduca. Y sumar voluntades y esfuerzos a la inmensa, a la pavorosamente inmensa, obra por hacer.