La tesis de COPEI en el Táchira

Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 8 de enero de 1950.

La reciente integración del Concejo Municipal de San Cristóbal, con la lógica protesta por parte de COPEI, ha venido a poner de actualidad otra vez el análisis de lo que el movimiento socialcristiano ha sido y significa en el Táchira.

No se trata de un problema regional. Sino, más bien, del aspecto regional de un asunto de grandes proporciones nacionales. Porque la acción y lucha copeyana en el extremo occidental de los Andes venezolanos ha tenido repercusión considerable en la vida de la República. Si no fuera así, quizás no le asignarían tanta importancia nuestros adversarios.

Conviene hacer un poco de historia, y recordar la falsa interpretación que dominaba la política venezolana hasta que COPEI hizo acto de presencia en el corazón del pueblo tachirense. Se había creado un mito, funesto para la integración nacional. Se había querido identificar con todo el pueblo de aquella región, un sistema de gobierno en trance de desaparecer. En una palabra: puntos desviados u ofuscados, anudados en un hilo enredado de intereses, buscaban deliberadamente mantener sobre el Táchira la responsabilidad de un sistema que, si bien iniciado por algunos hijos del Táchira, había tomado consistencia de oligarquía y muy poco de bueno, casi nada, pero mucho de malo, había hecho por la lejana y olvidada región.

Para no citar más que un ejemplo de lo perjudicial que fue la oligarquía para el pueblo del Táchira, recuérdese que quizás ninguna otra región sufrió una maldad comparable a la del largo y despótico gobierno de Eustoquio Gomez en aquel Estado. A lo que debe añadirse, que quizás difícilmente puede citarse otro ejemplo de briosa resistencia colectiva como el que el Táchira opuso al eustoquismo.

Más perjuicio que provecho derivó el Táchira de la mal llamada «hegemonía tachirense». Y sin embargo, el mito se mantenía. Aunque no tuviera sólida justificación. Así, cuando asomó el problema de la sucesión presidencial que debía operarse en 1946, el estribillo del «tachirensismo» fue manejado desde arriba, para excusar la más artificial de todas las soluciones. La candidatura oficial del Dr. Biaggini, por ejemplo, no invocaba otra justificación. El tema del «tachirensismo» volvía a esgrimirse, a espaldas y con el más completo desconocimiento del sentimiento del Táchira.

El mismo enfoque pernicioso sucedió al golpe de octubre del 45. La reacción contra la hegemonía se matizó de un encono injusto contra el Táchira, apenas disimulado en las dulzonas componendas de la retórica oficial. Y hay quienes, ignorando totalmente el fondo mismo del asunto, atribuyen la heroica y viril resistencia cívica del pueblo tachirense contra Acción Democrática, a un sentimiento de despecho por sentirse desplazado del poder.

Nada menos real ni más absurdo. La lucha del Táchira contra Acción Democrática no la hicieron antiguos funcionarios, desplazados por el golpe de octubre, ni nadie que hubiera gustado y añorara las satisfacciones del mando. Los antiguos personajes, bien educados en la escuela de las componendas, sólo en muy rara ocasión dieron el frente. Si criticaron a Acción Democrática, lo hicieron en la intimidad de la alcoba o en conciliábulos semi-misteriosos. Cuando pudieron, se alejaron del teatro de la lucha. Y son excepción, entre ellos, los que supieron ejercer valientemente el deber y el derecho de la oposición. Salvo esas contadas excepciones, los que hicieron el gesto hermoso de la resistencia tachirense fueron los hombres y mujeres del pueblo, los campesinos que vivían de su trabajo, sin beneficiarse de gobiernos anteriores; y sus dirigentes, como regla casi absoluta, fueron gente nueva, que no había paladeado satisfacciones burocráticas, y que salía a ganarse el derecho a comandar y a seguir comandando su pueblo, porque compartió con él la hora difícil y lo acompañó siempre en el puesto de mayor peligro.

COPEI fue al Táchira con un bagaje que le había de servir para ganarse al pueblo tachirense: llevó su programa. Ese programa se inspiraba en el ideal cristiano, hondamente sentido en los humildes hogares de la Cordillera. Ese programa encarnaba la lucha por la redención de los trabajadores, y tenía que ser sentido por aquellos hombres de trabajo. Ese programa defendía la dignificación de la familia, y tenía que conmover a pueblos para los cuales la vida familiar es la primera escuela de disciplina y de responsabilidad. Ese programa representaba un sentimiento fervoroso de patria grande, y por ello tenía que ganarse la adhesión del pueblo más nacionalista y más fervorosamente venezolano. Ese programa, en fin, ofrecía a Los Andes la ocasión para demostrar la falsedad de las calumnias que se le acuñaban, y el Táchira lo acogió con orgullo, para mostrarse como era –noblemente erguido en su cívica lucha- en el momento de mayor dificultad.

Es fácil decir hoy que el Táchira estuvo con COPEI porque su bandera era la oposición contra Acción Democrática. Argumento cómodo, pero inconsistente. Porque COPEI no fue el único grupo de oposición que en Venezuela se constituyó, y menos aún, el único que en el Táchira predicó sus ideas. El Partido Liberal del Táchira, de gran arraigo y tradición, concurrió a las elecciones constituyentes y no pudo obtener un diputado: porque los liberales mismos fueron los más decididos en respaldar el programa unificador y venezolano de COPEI. Y desde el primer momento, también hubo personas (algunas de mérito intelectual o político) que pretendieron dar calor a URD. Pero URD no obtuvo el respaldo del Táchira, entre otras cosas, porque el Táchira no estaba ni está convencido de su posición de lucha contra el comunismo, y el sentimiento anti-comunista es otra característica inequívoca del pueblo tachirense, que le identifica plenamente con COPEI.

Entre los partidos de oposición, el pueblo tachirense escogió a COPEI. Y lo escogió porque encarnaba y encarna mejor esos ideales. Y es por ello por lo que se han estrellado y se estrellarán todas las tentativas de arrancar a COPEI ese glorioso bastión.

Nunca las oligarquías estuvieron con COPEI. Esas que hoy pretenden hablar en nombre del Táchira, para impresionar las esferas políticas nacionales con la teoría de que las cosas han cambiado. Esas mismas fueron las que se abstuvieron de votar en tiempos de AD porque no les interesaba la lucha. Esas no emitieron los votos de que hoy se siente COPEI orgulloso.

Los votos nos dieron la mayoría por tres veces consecutivas, fueron votos humildes, que están firmes en el corazón y que se comprometieron irrevocablemente al estrechar el pabellón verde de COPEI. Esos votos, nadie los puede discutir, porque no los dio el dinero oficial, ni la coacción del mando, ni la amenaza desde arriba. Fueron votos logrados a despecho de todas las presiones, de todas las injurias, de todos los halagos. El derecho de COPEI a hablar en nombre del pueblo del Táchira por ello está intacto, como está intacto su programa, lo mismo antes que después del 24 de noviembre.

Y ese derecho a hablar en nombre del pueblo del Táchira lleva consigo el de afirmar que el Táchira respalda a COPEI: porque es un movimiento inspirado en el espiritualismo cristiano; porque es ancha y genuinamente nacionalista; porque el pueblo del Táchira ama la libertad y el trabajo; porque el pueblo del Táchira anhela justicia; porque el pueblo del Táchira aprecia y respalda a quienes lo comandaron en la etapa más peligrosa de la lucha; porque el pueblo del Táchira repudia al comunismo y sabe que la lucha contra el comunismo en Venezuela la representa COPEI.

Esa es la tesis de COPEI en el Táchira. La que sostuvimos, la que hemos sostenido hoy y la que sostendremos mañana.

Ayer, contra los susurros de los que hoy vociferan, demostramos que el pueblo del Táchira estaba con nosotros. Y volveremos a demostrarlo, una y otra vez, porque ni COPEI ha defraudado su fe, ni el pueblo tachirense ha defraudado la fe que tenemos puesta en su palabra.