El valor de una pregunta

Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 12 de marzo de 1950.

La afirmación de un diario, de que está para terminarse el proyecto de Estatuto Electoral, ha dado ocasión para que se pregunte con notoria insistencia, ¿para cuándo tendremos elecciones?

En periódicos de innegable seriedad y de indiscutible buena fe, se ha mostrado interés en el asunto. Y mucha gente, con ellos, formula a cada paso la interrogación.

Desde luego, la respuesta no puede ser muy simple. Ni las profecías son menester recomendable para quienes abordan cuestiones de interés general. La Comisión Redactora del Estatuto Electoral ha preferido eludir anuncios y cálculos, consciente como está que su trabajo va avanzando, sin premuras comprometedoras, pero sin lentitud.

Por varias etapas ha pasado el trabajo, iniciado con el nombramiento de la Comisión hace tres meses. Se designó una Sub-Comisión. Se elaboró un temario. Antes de comenzar a redactar, se creyó necesario discutir en pleno los puntos de referencia para la elaboración del proyecto. Había que partir de acuerdos de principio sobre las diversas materias, para no arriesgarse a perder después todo el trabajo de ponencias. Elaborado y aprobado el temario; discutidos sus puntos, después, y recogidos los acuerdos de principio; la Sub-Comisión procedió a repartir entre sus miembros las ponencias, y a estudiarlas luego, para formar el cuerpo del proyecto. Esta tarea ya está avanzada, y sin anticipar fechas precisas, parece muy probable que en el curso de este mes esté el ante-proyecto listo para pasar a manos de la Comisión plena. Habiendo un previo acuerdo de principios, es de esperarse que no durará mucho tiempo la discusión final en el seno de la Comisión.

De las manos de la Comisión pasará el Proyecto a la Junta Militar, que es quien puede darle vigencia y eficacia. Al fin y al cabo, si aquélla será responsable de la letra del Proyecto, es en el Gobierno provisorio en quien en definitiva ha de recaer la parte principal de la responsabilidad de darle vida. Se aspira, eso sí, a que una vez promulgado el Estatuto y designado el Consejo Supremo Electoral, el proceso vaya cumpliéndose automáticamente.

Hay que recordar, por otra parte, que un proceso electoral no es sólo un día de votaciones. Hay una serie de operaciones indispensables para que él se realice en forma que ofrezca la mayor garantía posible. Todo proceso de elecciones supone operaciones sucesivas. En época de normalidad, ello casi no se advierte porque se van cumpliendo a medida que funcionan los órganos deliberantes del Estado. En una época anormal, alterado el ritmo de los antecedentes, se hace más palpable la complejidad del procedimiento. Sobre todo, si se supone y se aspira a que la jornada por cumplirse constituya un paso en firme hacia la regularidad política nacional.

De todos modos, el proceso está en marcha; o, por lo menos, si se entiende que sólo empezará definitivamente en el momento de promulgarse el Estatuto, se está haciendo por la Comisión, todo esfuerzo por ponerlo en marcha. Se ha trabajado en clima de preocupación y armonía. Y es grato adelantar que no ha sido llevado al Proyecto un solo artículo que implique negación de justos derechos o puerta abierta al fraude electoral. Se han mantenido todas aquellas disposiciones a las cuales no se ha opuesto un sistema mejor. Se han incorporado las innovaciones y reformas que, a juicio de la Sub-Comisión, le dan al Proyecto una fisonomía más conforme con la doctrina jurídica y con el interés nacional. Es de esperarse que esto seguirá así. Que el Proyecto será entregado por sus redactores, sin una mancha de la cual pudieran avergonzarse más tarde.

Quizás esta breve explicación se hacía precisa, una vez llevado el asunto al plano de la actualidad periodística. Pero es más interesante señalar el valor que envuelve la pregunta y el tono con que se la formula. Hace unos meses todavía, si alguien hablaba de elecciones, a lo mejor se tropezaba en su interlocutor con un gesto de displicencia y de molestia. Le preguntaban ¿para qué elecciones? Ahora, la pregunta es distinta. Ya se siente el legítimo anhelo de llegar al orden constitucional. Ya es común en el seno de la Comisión la observación de que por todas partes se hace a sus miembros un interrogatorio que revela el deseo de ver preparativos de elecciones: ¿cuándo sale el Estatuto Electoral? ¿Cuándo terminan el Proyecto? ¿Para cuándo tendremos elecciones?

Esta pregunta expresa una maduración del espíritu público. Síntoma saludable. Insensiblemente, sin fomentarlo nadie de modo artificial, ha nacido en la voluntad de la Nación el creciente deseo de organizarse constitucionalmente. Vale la pena abrirle honesto cauce para que se cumpla con éxito.

Casi me atrevería decir que la pregunta, aunque en algunos labios asome contornos de reproche o en algunos bordee formas de escepticismo, es el mayor placer que puede recibir quien tenga fe en el mejor destino de la Patria.

Casi me atrevería a decir que la pregunta, que va saliendo ya de los venezolanos de todos los grupos y sectores sociales, era el estímulo –el anónimo estímulo del sentimiento nacional- indispensable para echar adelante.

Sin ella, casi me atrevería a decir que no valía la pena el trabajo de redactar artículos y más artículos en un Proyecto de Estatuto.