Convención copeyana

Columna Consignas de Rafael Caldera, publicada en el diario El Gráfico, el 5 de marzo de 1950.

Para el 1, 2 y 3 de abril ha convocado el Comité Nacional de COPEI la Cuarta Convención Nacional del Movimiento. La Primera se reunió en 1946: los Comités de Organización Política Electoral Independiente recién fundados en toda la República, se juntaron por primera vez para lanzar su Plataforma Electoral y fijar líneas ante las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente. Fue, políticamente, un acto transcurrido en general incertidumbre: dos meses atrás había sido COPEI objeto del impune atentado del Nuevo Circo, y dos meses después habrían de celebrarse en ambiente de sectarismo y de coacción las elecciones constituyentes.

La Segunda Convención de COPEI tuvo lugar en 1947. Era objeto de reconocimiento general, el acierto de haber enviado su representación a la Asamblea Constituyente. El Movimiento había obtenido notoria consistencia y, lo que era más positivo aún, cálido arrastre popular. COPEI se había diferenciado netamente de los cenáculos de intelectuales o políticos que usurpan el nombre de partidos. Su doctrina y su comando habían obtenido un eco resonante en el corazón del pueblo. La II Convención Copeyana no tuvo, por ello, gran trabajo en formular su Plataforma Electoral y decidir la participación del Movimiento en las elecciones de 1947. Los resultados electorales fueron elocuentes. Los votos copeyanos se multiplicaron por dos veces y media, mientras los del cacareado millón bajaban en un treinta por ciento.

En 1948 se reunió la Tercera Convención Nacional. Fue el momento de la solemnización del compromiso. Ya el «Comité de Organización Política Electoral Independiente» había luchado y vivido para tener conciencia de su destino y de su responsabilidad histórica. Nadie admitía que pudiera resolverse en un simple frente electoral. Las razones que lo habían llevado a la lucha no eran circunstanciales. La circunstancia histórica sólo había servido para poner de presente un estado de espíritu: la urgencia de una reforma nacional audaz y justa, hecha sobre bases de paz y orden, de sentimiento nacional y de idealidad cristiana. El personalismo había consumido durante un siglo las mejores energías de la Nación y el espíritu de secta amenazaba desintegrarla. A igual distancia de una y de otra, era patente la urgencia de un compromiso programático con los más nobles anhelos de la Patria, en lucha tenaz y simultánea contra el postizo sectarismo demagógico y contra el caduco y estéril personalismo caudillista. Escuchando el sentimiento nacional, el Comité se convirtió en Partido, es decir, en permanente expresión del Movimiento; y acatando un deseo general conservó como nombre la sigla que le había servido de bandera.

Transcurridos dos años desde la Convención Nacional, el panorama nacional ha cambiado totalmente. Pero la consigna está en pie. COPEI ha vivido y está viviendo tal vez los momentos más difíciles que puede afrontar un movimiento político dotado de una cabal conciencia de su responsabilidad histórica. A un grupo oportunista le hubiera sido fácil cambiar de color al cambiar el ambiente oficial, y sacrificar su deber de construir una realidad nacional trascendente, en aras del provecho o la comodidad de sus líderes. Pero lo que es COPEI, la razón y trayectoria de su lucha, no le permiten vestir las túnicas del oportunismo.

Hace dos años, el objeto absorbente de la lucha era el combate contra la parcialidad gobernante. Hoy, el panorama es más complejo. Necio sería creer que aquella en su semi-clandestinidad actual, deja de constituir una fuerza y su desplazamiento del poder ha traído a planos de expectación intereses políticos que estaban en tono de crepúsculo.

Al oído del gobierno militar se echan todos los días insinuaciones que, de ser acogidas, retardarían considerablemente la evolución de Venezuela. El fracaso de un partido que se hundió precisamente porque no supo cumplir su responsabilidad, sino convertirse en comandita de intereses y ambiciones, sirve de pretexto para la propaganda que aspira replegar los partidos y sustituirlos por otra red de compromisos personales, que pararía en lo mismo de antes: en una especie de AD al revés.

COPEI no ha vacilado en defender su existencia, su rol nacional, sin ambición exclusivista ni precipitaciones funestas. Ante la luz pública no ha podido quedar más claro, que su lucha no responde a vulgar ambición de prebendas. En momentos de «rebatiña», hemos dejado a otros el forcejeo por tomar del suelo un caramelo. El papel que nos corresponda en el gobierno de nuestra patria habrá de señalarlo el pueblo. No nos importa quién gobierne sino cómo gobierne; y por ello, más que tomar pareja en el baile de los personalismos, preferimos levantar nuestra palabra en defensa de los principios. Sabemos que desde la oposición hemos servido a nuestro país, como lo hemos servido desde la posición independiente en que ahora nos hallamos. Mañana, lo serviremos también, si somos fieles a nuestro compromiso, desde la posición que nos toque.

Pero tampoco quiere ello decir que andemos por las nubes y no nos demos cuenta de los peligros en que nos movemos. Sabemos que hay Gobernadores de Estado que odian a COPEI y que tienen en la mano recursos suficientes para entorpecer en un momento de elecciones la espontánea adhesión de grandes sectores a nuestro movimiento. Sabemos que hay muchos funcionarios, algunos de orden inferior, pero que ocupan posiciones claves, que no ocultan sus tendencias divergentes con la nuestra. Sabemos que aun más arriba, en el primer plano de las responsabilidades oficiales, hay quienes tienen intereses políticos muy señalados y desearían ver desde arriba convertidos en organizaciones políticas grupos que antes jamás llegaron a cuajar.

Esto lo sabemos, y lo sabe la Junta Militar, porque se lo hemos manifestado sin perífrasis. Pero ello mismo nos hace afirmarnos en la idea de consolidar nuestros cuadros, si listos a colaborar con toda idea generosa y patriótica sin preguntar quién la concibe, dispuestos también a trabajar por la clarificación de la vida política y por el mejor enrumbamiento nacional.

La IV Convención Nacional de COPEI será una jornada de ratificación, de organización, de consolidación. Ante la tregua forzada en la lucha política, obtendremos como consecuencia favorable la de que los «anti» del combate no opaquen lo positivo del propósito. La jornada electoral se acerca. Aunque no se la apremie, ha de llegar y no está lejos. A ella iremos a vocear una idea positiva: porque los «anti» no han sido y no son sino su consecuencia. COPEI no nació «contra» sino «por». Aquello fue y es consecuencia de esto. Y ese «por» sigue sintetizándose (envolviendo la idea de una reforma social que hunde sus raíces en un sentimiento democrático nacional y cristiano), en el tema: «Por la Justicia Social en una Venezuela Mejor».