El programa, algo fundamental

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 15 de septiembre de 1966. 

 

Aunque no era una reunión secreta, no estaba prevista ninguna publicidad para el Seminario de dirigentes nacionales y representantes de la Asesoría Técnica de COPEI que tuvo lugar en Los Chorros el pasado fin de semana. No era tampoco un hecho inusitado para el Partido Social Cristiano, sino un paso dentro de un itinerario previamente adoptado para la preparación del Programa de Gobierno. El olfato de una ágil reportera lo informó al público, y todos los diarios fueron chequeando su desenvolvimiento.

El país se sorprendió, porque no está acostumbrado a que los políticos tomen en serio el deber de prepararse para las responsabilidades que el pueblo les pueda confiar. En medio de las noticias que a diario aparecen sobre supuestas combinaciones, interminables conversaciones y suposiciones sin cuento, causó innegable impacto ver a los dirigentes de un partido encerrados con un grupo de técnicos para analizar la realidad nacional y discutir objetivos, y para fijar a tiempo las metas que un gobierno sanamente revolucionario, penetrado de las necesidades del país, estará obligado a alcanzar.

No es este, sin duda, el único aspecto en que la Democracia Cristiana ha dado una nota diferente en la algarabía política venezolana. Dos Congresos de Profesionales y Técnicos en los cuales copeyanos e independientes socialcristianos se han reunido a deliberar, han impresionado por su seriedad, su sinceridad, por su falta de politiquería. La armonía que se mantiene en el seno del partido ha sido objeto de frecuentes comentarios: su robusta unidad en medio del respeto –más aún, de la promoción deliberada– de la personalidad de cada quien y de la garantía que se da para que busque con su propio aliento la verdad.

Admiración ha suscitado la atracción que ejerce sobre la juventud, sin ofrecerle el halago de la violencia, ni el combustible de la demagogia, ni el relajo de la indisciplina; reconocimiento, el hecho de que, a diferencia de la insinceridad general (que muchos consideran consustancial de una actitud política) ha prevalecido en su conducta el cumplimiento de la palabra empeñada, la lealtad en los compromisos. Ha sido proverbial la honestidad con que sus militantes en funciones de gobierno manejaron cuantiosos fondos públicos, la consideración que tuvieron para los empleados que pertenecían a otras corrientes políticas, la imparcialidad con que distribuyeron la protección industrial, el fomento pecuario, los contratos para la ejecución de obras y todos esos beneficios con que el espíritu de secta suele inclinar a su favor voluntades y proteger a amigos o compañeros de causa.

Pero este nuevo hecho sirve para calibrar, ante millones de venezolanos que se preocupan por el rumbo que van a tomar las cosas en este país, la seriedad de una actitud. COPEI no se presenta como un grupo aventurero, dispuesto a tomar dividendos en una comandita formada al calor de resentimientos y ambiciones para desplazar a los actuales gobernantes e instalarse en una porción alícuota del aparato del poder público. Se muestra como una organización consciente de lo difícil de la hora, penetrada de las responsabilidades que envolverá la dirección del gobierno en una nación como la nuestra, consustanciado con la obligación insoslayable de llevar, no sólo principios doctrinarios claros, sino normas precisas de actuación, que comprometen tanto al ciudadano que reciba la investidura presidencial, como a los parlamentarios que vayan a actuar en las Cámaras Legislativas, como a los cuadros de dirección y de base de la maquinaria llamada a servir de enlace continuo entre gobierno y pueblo.

Los demócratas cristianos estamos convencidos de que sería muy grave no ofrecer, al salir AD del gobierno, una orientación clara y una acción eficaz, frente a las serias y delicadas cuestiones que afectan el destino patrio. Por eso vamos a encomendar a un equipo de técnicos la elaboración de un programa quinquenal concreto, estudiado durante largos meses de constante dedicación, conversado y discutido con todos los que en Venezuela puedan aportar respetables puntos de vista. Pero esos técnicos no pueden actuar como un elemento disgregado de los políticos que han de darle al Programa aliento de concepción y ejecución; tan grave sería que los políticos se lanzaran a aventuras irresponsables sin conocer a fondo la opinión de los técnicos, como que los técnicos elaboraran sus propios resultados sin conocer ni compartir las inquietudes nacionales que los políticos están obligados a interpretar.

Como se expresó al empezar la reunión del Seminario para Objetivos, un partido como COPEI, al prepararse para asumir la responsabilidad de conducir la vida del país, si la mayoría se la encomienda en la próxima contienda electoral, debe tener ante la vista tres consideraciones armónicas: 1) la idea de la sociedad global a cuya realización debe aspirar el pueblo venezolano, y que no es tarea de un gobierno ni de un período constitucional, sino de una o varias generaciones; 2) la concepción de un programa de gobierno quinquenal, en el cual se fijen, de acuerdo con las circunstancias reales y los recursos del país, los objetivos inmediatos y precisos que es urgente cumplir en el camino hacia la realización de aquella sociedad global; 3) la formulación de una plataforma electoral que presente a la opinión pública los aspectos más resaltantes y motivaciones fecundantes de la acción necesaria para que el programa se cumpla.

La preparación del Programa es una tarea de especial importancia. Cuando nos apartamos del «bla-bla-bla» que tanto desacredita a los políticos en el ánimo del público, para dedicarle tiempo  a esta meditación indispensable, estamos en la seguridad de prestarle al país un servicio cuya falta no podría remediarse después. Así entendemos corresponder al número creciente de venezolanos que está poniendo en nosotros su esperanza como la mejor alternativa en la encrucijada promisoria de 1968.