El aliado decisivo

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 25 de agosto de 1967.

 

El tema de las alianzas vuelve sobre el tapete. A veces da la impresión de que se lo trajera de un modo artificial. Con merecido despliegue se publican las declaraciones del Presidente de un Partido, ciudadano de insospechable rectitud, y al cabo de dos días el Secretario General del mismo Partido echa por tierra las expectativas abiertas. Sobre la marcha, se destacan las afirmaciones del Subsecretario General de otra importante organización partidista, acerca de posibles entendimientos, y ello apenas sirve de pórtico para una exposición del Secretario General del mismo grupo, enmendando la impresión causada.

En todas estas declaraciones, es objeto central el socialcristianismo. Se lo reconoce, explícita o implícitamente, como el factor indispensable del cambio. Se admite que es la primera fuerza de oposición y que su fortalecimiento lo califica para enfrentarse a Acción Democrática. Pero, al mismo tiempo, parece que la invitación a alianzas hipotéticas, cuyas bases se evita precisar, tuviera el solo propósito de arrinconar a COPEI, de forzarlo a poner el caudal de sus efectivos populares y el arrastre creciente de sus postulados, al servicio de combinaciones misteriosas.

No sé hasta qué punto el tema de las alianzas contribuya a fortalecer la lucha contra el continuismo. Hasta ahora, el efecto de este juego publicitario es el de confundir terriblemente a la opinión. Crear, en la gente que desea derrotar el continuismo adeco, la ilusión de una «entente» que excluiría la lucha y que por simples guarismos matemáticos parecería decidir la derrota de aquél, y luego anunciar que esa «entente» no se realiza, favorece más bien a las ambiciones continuistas, beneficiadas con el mito de la invencibilidad de AD, precisamente en el mismo instante en que sus principales voceros comienzan a admitir públicamente la posibilidad de una derrota.

La experiencia del llamado «Amplio Frente de Oposición» es aleccionadora. ¿Qué se ganó con entusiasmar a la clientela política de las dos respetables fuerzas que lo integraron, para al término de casi un año desembocar en una separación de cuerpos y de bienes, motivada por la petición de uno de sus integrantes de que no se demorara más la discusión de la candidatura presidencial?

Mientras tanto, el tiempo pasa. Y como nosotros tenemos realmente interés en ganar terreno para derrotar a AD en las próximas elecciones y ofrecerle al país la seguridad de una política nueva y distinta, llevamos adelante la campaña electoral buscando un acercamiento directo con todos los sectores sociales. Los barrios populares, la juventud, las mujeres venezolanas, los sectores laborales, profesionales y económicos, reciben de nuestra parte un mensaje claro, convincente, optimista y esperanzador.

No mantenemos una posición cerrada. Continuamos dispuestos a hablar, pero sobre bases claras, mediante fórmulas concretas. Propusimos una, la de elecciones separadas: si no se la acepta, que se proponga otra. Pero no estamos dispuestos a sentarnos un año delante de una mesa a repetir la fracasada historia del amplio frente de oposición. Ello, a nuestro modo de ver, sería poner en bandeja de plata la situación a los adecos. El país reclama posiciones firmes, para vencer a Acción Democrática. Nosotros le ofrecemos la alternativa viable, no sólo para vencer en las urnas, sino para emprender una política vigorosa a fin de cumplir un efectivo programa de desarrollo.

¿Es que, acaso, menospreciamos las alianzas? En ningún modo. Hemos logrado un acuerdo diáfano con las jóvenes organizaciones MDI y Partido Liberal. Y nos mantenemos en el propósito de no polemizar con las otras fuerzas de oposición al actual régimen. Pero, sobre todo, nos dirigimos hacia el aliado principal, hacia el aliado cuyo concurso no ofrecería ninguna duda sobre el triunfo. Él garantizaría la base más sólida para gobernar y aportaría –ya está aportando– el concurso de gente muy valiosa para elaborar el programa de gobierno y para gobernar. Ese aliado es la fuerza independiente no organizada ni comprometida, consciente de su responsabilidad y avalada por la experiencia.

Los independientes no irán esta vez en pos de aventuras de última hora para perder su voto. Eso de que la campaña electoral no debe empezar sino tres meses antes de las votaciones tendría validez si los electores fueran a decidirse por fugaces estímulos emocionales; pero no cuando se trata de una coyuntura tan decisiva como la del 68. No se va simplemente a elegir una persona para suceder a otra. Lo que se va a decidir es el comienzo de un nuevo camino. Los votantes independientes quieren conocer bien todas las perspectivas, dialogar en forma directa y personal con quienes aspiren a gobernarlo, escuchar sus propósitos, calibrar sus puntos de vista. A ellos nos estamos dirigiendo en primer término, ofreciéndoles la alianza más amplia y más fecunda para los intereses nacionales.

Ese es el aliado decisivo de COPEI: la fuerza independiente. Sin perjuicio de que se logren otros entendimientos, en COPEI-Independientes está la base insustituible del cambio. La comprensión entre ambos radica en los más hondos anhelos del «país nacional», que no está dispuesto a inmolarse en las combinaciones artificiosas del «país político».