Una medida de excepción

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 23 de junio de 1967.

 

El Comité Nacional de COPEI decidió el martes expulsar a tres militantes del partido, dos de ellos estudiantes universitarios y el otro, recién egresado de la Universidad. La medida tiene carácter excepcional. Está prevista en los estatutos y requiere del voto de las dos terceras partes de los miembros de aquel organismo. Ese requisito fue superado con creces, y todos los asistentes a la sesión estuvieron de acuerdo en la gravedad de la conducta de los militantes sancionados.

Adoptar una decisión de este género no es grato; pero, en ocasiones, se vuelve indispensable. Un partido está en el deber de presentar ante su pueblo una posición clara; debe realizar una lucha contra adversarios poderosos, lo que reclama un grado sustancial de cohesión; y, cuando se prepara para asumir el gobierno, debe ofrecer a sus futuros electores garantía de que la línea programática que les presenta se va ciertamente a cumplir. En su seno, como es natural, puede haber diferentes puntos de vista, concepciones tácticas y matices de expresión, pero la sensatez, la lealtad con la palabra empeñada ante la opinión y el respeto a la propia conciencia obligan a actuar cuando las diferencias degeneran en actividad fraccional, en sistemático desconocimiento de la disciplina y en desviación grave de la línea partidista.

De que tal ocurrió en el caso concreto, lo sabe todo copeyano. Sabe, igualmente, con cuánta moderación y paciencia se ha comportado el Comité Nacional. En charla televisada hace unos quince días dije que las escasas medidas disciplinarias tomadas hasta entonces lo habían sido con plena conciencia y con extremada prudencia, y que la misma norma seguiríamos en las que hubiera más adelante que tomar. Es evidente la justicia con que se ha obrado, y los hechos lo están confirmando de manera inequívoca.

Uno de los motivos principales de haber retardado esta determinación, que hace tiempo se venía haciendo necesaria, fue la de ofrecer a los desviados la posibilidad de rectificar, contrastando su posición con el análisis de la realidad nacional, conformándola con la voluntad del partido y con los claros principios que a éste lo guían desde su fundación. Igual propósito ha guiado, sin duda, al tribunal disciplinario para adoptar, respecto de otros jóvenes, una medida de suspensión temporal. En el caso resuelto por el Comité Nacional esta semana se consideró que ya las cosas habían sobrepasado todo límite. Imposible era tolerarlas más sin causar perjuicio al partido, tanto más cuanto se halla en plena campaña electoral y tiene ante la vista una delicada responsabilidad, la de prepararse a asumir el gobierno.

No variará nuestra conducta de respeto a la democracia interna, ni nuestra posición de avanzada en la vida política del país, por la medida de excepción adoptada ni por ninguna otra que hubiere necesidad de adoptar, si así fuere preciso. Seguiremos en la misma actitud de prudencia, de persuasión, pero también de firmeza. Respetaremos en todo momento la personalidad de cada uno de nuestros militantes y su participación activa en la adopción de la línea común, a través de los canales regulares. Alentaremos en todos nuestros compañeros, y de modo muy especial en nuestros jóvenes, la inquietud por los problemas sociales, la vocación de lucha, la concepción revolucionaria, que es nervio y motor de nuestro pensamiento demócrata cristiano y ha sido nuestro aliento constante.

Seguiremos adelante en nuestro combate por lograr formas de vida más justas, que lleven la justicia social a todas las capas de la población, incorporen a los marginados a los beneficios de una nueva sociedad y abran nuevos horizontes a las futuras generaciones. Esto lo sabe la juventud copeyana, persuadida de que su generosa preocupación, su avidez de estudio de la problemática nacional y su proyección dinámica hacia un nuevo orden social tienen su respaldo más sólido en la fortaleza del partido, en la identidad con sus campañas y en el fiero orgullo de veintiún años de duro batallar al servicio de los venezolanos.

El partido cree en la necesidad de una revolución. Pero, eso sí, de una revolución pacífica y de signo cristiano. No cometerá el crimen de empujar a la violencia a sus cuadros juveniles, ni cree que marchen juntos el camino marxista-leninista y el camino demócrata-cristiano. Por otra parte, no ofrece un gobierno de odio sino de armonía; promete gobernar para todos los venezolanos, sin exclusiones, aun cuando su mayor preocupación estará en el mejoramiento de las clases populares; no está en el plan de «declarar la guerra» a los americanos para congraciarse con los soviéticos, y sus críticas duras a los Estados Unidos no le harán cerrar los ojos ante la grave amenaza para la libertad humana representada por la URSS.

No consideramos que ser revolucionario sea amenazar con la destrucción de las instituciones y marchar de manos cogidas con los marxistas, para mendigar una sonrisa. Somos venezolanos. Vivimos en esta hora y momento preciso de nuestro país y de la humanidad. Conocemos el país que aspiramos a gobernar y lo amamos entrañablemente. Pisamos con orgullo nuestra tierra y sabemos que es marchando sobre ella como podremos hacer una labor positiva. Tenemos la adhesión de los más humildes estratos populares y el respeto de los otros sectores sociales. Estamos inflexiblemente dispuestos a cumplir nuestro deber de restañar heridas, de restablecer la confianza y de impulsar el progreso a través de una acción eficaz. Y no vacilaremos en hacer todo lo que sea necesario para cumplirlo.