1967 Alicia Pietri de Caldera

No soy una líder

Reportaje-entrevista a Alicia Pietri de Caldera realizado por Olga Dragnic, con fotos de Elio Omar Díaz, para la revista Páginas, publicado el 13 de junio de 1967.

Esta ha sido la declaración más rotunda de la esposa de Rafael Caldera.

 

A veces, ser esposa de un político resulta mucho más difícil y complicado que ser una mujer políticamente activa. Esta verdad se revela en toda su magnitud en el caso de Alicia Pietri de Caldera, esposa del líder copeyano.

Jovial, alegre, espontánea, pero tremendamente tímida, esta mujer debe hacer un enorme esfuerzo para cumplir con las obligaciones que su posición le impone. Mientras en la intimidad de su familia despliega toda su rica y variada personalidad, apenas se enfrenta a la «cosa pública» se retrae, se cohíbe, como si temiera el juicio de los demás.

Sin embargo, Alicia de Caldera no tiene nada que temer. Casi adolescente se sumergió en la política del brazo de su esposo, y desde entonces –casi veinticuatro años– sus intereses giran alrededor de un mismo centro: la carrera de Rafael Caldera.

Durante esos años de matrimonio, Alicia ha pasado por el mismo laberinto al cual parecen estar destinadas todas las esposas de políticos venezolanos: los primeros éxitos, las luchas por imponer una idea, por crear un partido, persecuciones, visitas a las cárceles, la angustia de no saber lo que pueda ocurrir mañana. Y nuevamente, el éxito, las campañas, los fracasos y la sensación que en estos momentos domina con evidencia innegable: la de que el triunfo está próximo.

Y a pesar del tiempo transcurrido, Alicia de Caldera no se acostumbra a dar entrevistas, hablar en público o asumir actitudes de persona importante. Se retrotrae en su vida privada, se rodea de los hijos y de los amigos y explica su comportamiento con las siguientes palabras que son toda una confesión:

–No soy líder. Soy simplemente esposa de un líder. No me parece justo asumir una posición de preeminencia dentro del partido por el hecho de ser la esposa de Rafael Caldera. En nuestro partido hay muchas mujeres con grandes méritos que han trabajado y trabajan con entusiasmo y ellas son las llamadas a representar a COPEI desde un punto de vista femenino.

Pero, quiéralo o no, Alicia de Caldera es noticia, y lo es mucho más en estos momentos cuando su esposo está llevando a cabo su cuarta campaña presidencial. Esta entrevista, concedida a PÁGINAS después de muchas conversaciones y convencimientos, es la segunda que da en los 24 años de su «vida política». Y no obstante el temor a un enfrentamiento periodístico, Alicia perdió a los pocos momentos cualquier tipo de reservas que lució mantener al comienzo.

Fue una larga y divertidísima conversación, que comenzó con los tinajeros y terminó en la biblioteca del doctor Caldera con un chiste del líder político. Dijo el candidato presidencial:

«Conocí a Alicia en un almuerzo en Los Teques. Yo era entonces muy joven e inexperto y no sabía cuán «peligrosos» era los aires de aquella ciudad».

Tinajero Rafael Caldera y Alicia 1965

Bendición de Tinajero por el padre Roberto Salvat, el 6 de agosto de 1965.

Alicia y sus tinajeros

«Tinajero» se llama la quinta de la familia Caldera. Casi a la entrada de la moderna y cómoda casa se encuentra un viejo tinajero de Alicia. Es una preciosidad histórica que ella muestra con evidente orgullo. Pero tinajeros en miniatura hay por todas partes y constituyen el elemento decorativo de varios ambientes. Como sus amistades conocen la pasión «tinajera» de Alicia, todos se acuerdan de ella cuando encuentran alguno y se lo envían. Entre los obsequiados hay uno margariteño que Ismenia de Villalba le trajo especialmente.

Esta colección forma parte de la profunda afición de Alicia de Caldera por las cosas con sabor a historia. Cuando debió amueblar y decorar esta nueva casa, se esforzó para que casi todos los muebles fueran coloniales y cuando no pudo dar con ellos, entonces exigió que los nuevos fueran hechos de acuerdo a este estilo. Controló personalmente la restauración de los muebles viejos y la fabricación de los nuevos. Y así, con empeño, pudo formar un hogar donde casi todos los objetos tienen una historia y una significación determinada.

Dentro de sus dominios en el hogar, la música ocupa un lugar especial. Pocos saben que Alicia de Caldera hubiera podido ser una excelente intérprete del arpa clásica. Así lo afirmó más de una vez el maestro Nicanor Zabaleta, quien fuera su profesor durante dos años. Ella comenzó a estudiar el arpa muy joven y aún conserva el primer instrumento que le fue obsequiado por su padre, el doctor Andrés Pietri. Si bien ya abandonó, desde hace muchos años, la idea de llegar a ser una arpista famosa, Alicia sigue tocando, disciplinadamente, una o dos horas diarias. Esto, junto con la colección de los tinajeros constituye el único refugio de sus inquietudes personales. Todo lo demás se lo da a sus hijos y a su esposo.

Alicia y sus hijos

Son seis: tres varones y tres hembras. Las edades fluctúan entre los 23 y los 12 años. Seis personalidades distintas, con intereses y problemas diferentes, que Alicia debe comprender, consolar, dirigir. Afortunadamente, su increíble juventud y su espíritu abierto la ayudan en esta tarea.

–«Nuestra madre es una muchacha «yé.yé» –dice Mireya, la mayor de las hijas–. Y eso es lo grandioso. Se sabe todas las canciones modernas y baila estupendamente los ritmos juveniles. Eso es lo bueno. Sería tremendo tener una mamá «out»».

Mireya es ya una profesional. Se graduó de socióloga y ahora está tomando clases de especialización «para poder ayudar a la mamá cuando sea la Primera Dama». El parecido entre Alicia y Mireya es inmenso, a tal punto que el presidente Eduardo Frei, gran amigo de la familia Caldera, las llama «mellizas». Cuando salen juntas de compras, Mireya no se atreve a llamarla «mamá», porque «todo el mundo nos mira con expresión de sorpresa. Por eso, fuera de la casa le digo simplemente «Alicia»».

Y Alicia sonríe satisfecha. Indudablemente esa estupenda relación de amistad que supo formar con sus hijos es para ella la mejor obra que pudo realizar. Cuando habla sobre cada uno de ellos, lo hace con evidente orgullo, pero también con sentido de objetividad como pocas madres podrían hacerlo.

–Mis hijos nunca me han ocasionado problemas. Rafael Tomás, el mayor, es ya un hombre. Estudioso, tranquilo, con aspecto de filósofo, vive sólo para los estudios. Es posiblemente el más alejado de los problemas políticos que se respiran en esta casa. Mireya, como usted la ve, es más una amiga que una hija. Juan José es espiritualmente un retrato de Rafael: vehemente, impulsivo, activo, terminará siendo un político completo. Alicia Helena es la pavita de la familia. Algo tímida, tiene un extraordinario dominio sobre sí misma. Cecilia es aún una niña, pero ya participa de todas las preocupaciones hogareñas. En cuanto al más pequeño, Andrés, estoy segura que siente con inmensa fuerza los éxitos y los fracasos de su padre. Andrés es muy sensible a todo eso.

Así son los hijos de Alicia de Caldera vistos por ella misma. Los primeros diez años de matrimonio fueron exclusivamente para ellos. Ni siquiera tuvo tiempo de acompañar a Caldera durante sus jiras políticas. Un embarazo detrás de otro, la mantenía siempre atada al hogar. Y su esposo, también está orgulloso de los hijos y de la madre:

–Alicia se merece todos los elogios del mundo –dijo Caldera–. En primer lugar, por ser la madre de seis hijos…

–¿Por eso nada más?, interrumpió intrigada y divertida Alicia. Y Caldera le sonrió emocionado.

1967 Familia Caldera Pietri

Alicia y su esposo

–Rafael ha sido siempre un hombre guapo. Nos conocimos por casualidad en casa de amigos comunes. Yo tenía 15 años. Fue un encuentro maravilloso y no le cuento el resto porque esas cosas son ya muy viejas y no me acuerdo.

Por supuesto que Alicia se acuerda muy bien de la historia de su matrimonio. Pero esa parte la considera muy íntima y muy de ella como para contarla. Para el esposo, sólo tiene palabras de elogio.

–Rafael es un hombre extraordinariamente equilibrado. Para él no existen problemas, es decir, les encuentra solución en forma rápida y adecuada. Siempre habla en el mismo tono, jamás se altera. Es un ser con una capacidad de trabajo abismante. Creo que no conoce el cansancio. La vida política lo obliga a permanecer mucho tiempo fuera del hogar y sé que eso es un profundo sacrificio para él. Pasa días enteros sin que pueda hablar con los niños, pero apenas tiene un rato disponible se lo dedica a ellos. Es muy divertida la relación de Rafael con sus hijos porque, además del padre, él es una especie de mago que les soluciona sus problemas: desde explicarles una lección difícil, hasta arreglarles un proyector de cine. Mucha gente no se imagina ese rasgo de Rafael, pero es una de sus más conmovedoras características. Imagínese que a cada uno de los hijos les enseña la mecanografía según un método viejo con el cual él mismo aprendió a escribir a máquina.

Este mismo comportamiento optimista se revela en los momentos de fracaso, según lo cuenta Alicia. Caldera jamás tiene instantes de depresión, y tampoco permite que los tengan los demás miembros de la familia.

–Por ejemplo, cuando se supo el resultado de las pasadas elecciones, todos nos sentimos un poco defraudados porque esperábamos el triunfo. Pero la tristeza se acabó cuando Rafael llegó a casa. Vino feliz como si hubiera sido electo. «Es un triunfo, nos decía, la próxima vez ganamos con seguridad»».

La seriedad con que Rafael Caldera enfrenta sus actividades públicas se torna pura espontaneidad y alegría cuando está en la intimidad. Mireya, la hija mayor, asegura que sus padres forman una excelente pareja de bailarines y que su fuerte es el joropo. «En todas las fiestas ellos deben bailar y son aplaudidos con entusiasmo».

Pero si Rafael Caldera ha podido dedicarse de lleno, día y noche, a sus actividades políticas, el mérito lo tiene, sin duda, su esposa. Porque todos los problemas hogareños y de los hijos los enfrenta ella y ha creado ese ambiente de tranquilidad que es indispensable para que un hombre pueda luchar y triunfar.

Familia Caldera Pietri en 1968.

¿Y la política?

Este parece ser el punto débil de Alicia de Caldera. Toda la conversación giró siempre en torno a los asuntos domésticos y apenas se asomaba algún tópico de índole político ella comenzaba a esconderse tras respuestas generales. He aquí un ejemplo de ese diálogo:

–¿Cree en el próximo triunfo de su esposo?

–Sí, creo, pero prefiero no adelantarme a los acontecimientos.

–¿Qué opina de los problemas internos de COPEI?

–No creo que existan de verdad. Nuestro partido es unido. Todo eso creo que son invenciones.

–¿Cómo ayuda Ud. a su esposo en la campaña presidencial?

–No puedo hacer mucho. Trato de estar a su lado el mayor tiempo posible, en las jiras, en los mítines.

–¿Cuáles son sus planes de trabajo si llega a ser la Primera Dama?

–Prefiero no hablar de eso, porque no se puede adelantar cosas sin antes estudiar bien la situación y saber con qué medios se cuenta para realizar algo. Hay muchos problemas que se deben resolver, especialmente el de los niños abandonados. Creo que allí centraría mi actividad.

–¿Cree que su condición de Primera Dama alteraría su vida hogareña?

–No lo creo… o tal vez sí, porque se viviría en otro medio y con otras exigencias. Pero sólo serían cinco años y eso no es mucho tiempo.

Evidentemente, Alicia de Caldera no es una activista política. Siempre insiste en que es apenas la esposa de Rafael Caldera y que está dispuesta a cumplir con sus obligaciones, cualquiera que sea la situación que se le presente. Cree en lo que cree. Caldera sigue sus pasos con admiración, casi con devoción. Se conforma con ser una mujer de su hogar que acepta con gusto los cambios que le imponen las vicisitudes políticas de su esposo.