A los independientes

Artículo de Rafael Caldera para El Nacional, del 29 de septiembre de 1967.

 

Sí, amigo independiente. Tú tienes en la mano la posibilidad efectiva de decidir el cambio que el país reclama. No mires a tu alrededor buscando otro destinatario de este recado. Si entiendes bien tu importante papel en la vida política del país, nadie podrá quitarte la posición decisoria.

¿Por qué eres independiente? Puede haber muchas causas. Una, sin duda, la de que la democracia en Venezuela es un experimento relativamente nuevo. En el siglo pasado, el encono de los partidos y la ambición de los hombres hicieron desembocar en la guerra civil una lucha sin tregua de facciones. Después de la Federación, el partido vencedor se consumió sirviendo de peana a los antojos voluntariosos de la autocracia.

No es gratuita, por ello, la reserva que en muchos compatriotas existe hacia las organizaciones partidistas. En la actividad de los partidos después de 1936 y, concretamente, desde 1958, se han sumado nuevos hechos que deterioran la imagen de los partidos: algunos se han caracterizado por el sectarismo, por la inconsistencia, por decir hoy lo contrario de lo que afirmaban ayer, por colocar sus intereses grupales por encima de altos intereses nacionales. De ahí la incidencia peligrosa de escepticismo que se observa a diversos niveles. Peligrosa, porque la falta de fe en los partidos ha sido, en todas partes, la puerta abierta para los totalitarismos.

Tú eres independiente, quizás, porque no te satisface ninguno de los partidos existentes; entre la alternativa de fundar otro nuevo o esperar que se funde, por una parte; o por la otra, de quedarte sin militancia partidista, has considerado preferible la segunda actitud. O, tal vez, eres independiente, simplemente porque no te gusta la política; ¿porque no tienes tiempo, dado lo absorbente de tus ocupaciones; o porque no te sientes proclive a aceptar la disciplina que supone toda asociación, o porque deseas conservar tu libertad para pronunciarte en cada caso por lo que creas mejor; o porque consideras, posiblemente con razón, que el género de actividad que ejercitas podría comprometerse si aparecieras enrolado dentro de un grupo. Pero ello no impide que tengas simpatías por determinados principios, que tengas confianza en determinados hombres y que tengas aspiraciones, claro está, a que se realice en el país una obra de bien público.

Sería dañino el que se plantearan las relaciones entre independientes y partidos en término de antagonismo y exclusión. La división en el seno de la colectividad se haría más grave; y faltarían los instrumentos adecuados para coordinar voluntades y esfuerzos en la ejecución de un verdadero programa nacional.

Los partidos podrán tener culpas y fallas, pero sería injusto atribuir a todos las que más determinadamente se muestran en algunos. Sería, además, contrario a las normas éticas señalar a los organizadores y miembros de partidos como seres descalificados por haber trabajado, luchado y soportado sacrificios, peligros, ofensas y discriminaciones para crear organizaciones que reposan solamente en la libre adhesión de grandes sectores colectivos.

La fórmula de relación tiene que encontrarse en un esfuerzo cooperativo entre los independientes y los partidos. A los independientes toca, con su actuación, corregir los errores de los grupos políticos, desplazar a los que vulneran los intereses colectivos, cerrar el paso a los que no tienen miras elevadas sino aspiraciones subalternas. Los independientes son la balanza del poder político.

Así entendido, el papel de los independientes es definitivo. Pero constituiría un espejismo tratar de reemplazar a las fuerzas políticas organizadas o colocarse por encima de ellas en el ejercicio de la actividad política. Si tú vas a construir una casa, llamas a un arquitecto; si tienes una dolencia física o mental, solicitas los servicios de un médico o psiquiatra; si quieres montar una industria, buscas a un experto. ¿Crees que es menos delicada la gestión política, para colocarla en manos que pueden ser muy competentes en su actividad propia pero que carecen de la experiencia necesaria en ese difícil campo de la vida pública?

Medita bien sobre estos tópicos, amigo independiente. Piensa que, dentro de la propia masa independiente, hay intereses muy variados y hasta contradictorios, hay vinculaciones que atan a determinados sectores y alejan de otros. Independientes los hay en todos los estratos sociales, en todas las actividades, en las más variadas posiciones. Organizarlos en grupos sería, en definitiva, aumentar el número de partidos, y supondría su renuncia a seguir siendo independientes.

La solución está en que den su respaldo condicionado al partido que le garantice mayor viabilidad para lograr el triunfo electoral indispensable para el cambio y mayor seriedad de propósitos para que ese cambio sea positivo. La colaboración entre calificados independientes y el Partido Social Cristiano tiene valiosos antecedentes. Bastaría mencionar dos Congresos Profesionales y Técnicos ya realizados, y uno en preparación, como ejemplo de un esfuerzo común de análisis de los problemas venezolanos con una visión enteramente nacional. Hoy mismo, copeyanos e independientes están colaborando en la elaboración de un programa de gobierno y se preparan para ejecutarlo juntos.

Reflexiona, amigo independiente; y piensa que renunciar a ese camino claro sería, en fin de fines, propiciar el continuismo de lo que rechazas. En tu mano está una fuerza potente: no la desperdicies.