La juventud copeyana

Columna «El año del cambio», escrita para El Universal. 28 de abril de 1968.

Ignorar a la juventud sería imperdonable pecado y peligroso error en cualquier nación moderna. Mucho menos excusable sería la falta, y las consecuencias de la equivocación serían más trágicas, en un país como Venezuela, cuya existencia misma depende del impulso hacia el desarrollo y cuya integración demográfica le da una preeminencia decisiva a su población menor de treinta años.

Pero lo cierto es que de nuestros más importantes partidos, sólo uno presenta una numerosa, entusiasta y aguerrida juventud. Esto es muy grave si se piensa que la democracia orgánica exige a los partidos abandonar la vieja estructura de agrupaciones de intereses electorales y les impone convertirse en expresión compleja de los más variados sectores integrantes de la comunidad nacional. Y tanto más cuanto que, si se excluye a la democracia cristiana, la otra corriente ideológico-política que ha mostrado virtualidad para entusiasmar y capacidad para organizar a poderosas fuerzas juveniles es la que se inspira en los dogmas del marxismo-leninismo. Frente a ella, la alternativa toma características de excepcional dramaticidad.

Por eso es por lo que la juventud copeyana ha sido objeto de atención, punto de referencia, motivo de apasionadas discusiones, no sólo por el país político sino por la gente más variada dentro de lo que se ha llamado «el país nacional». Unos hablan de la juventud copeyana con admiración y entusiasmo; otros lo hacen con suspicacia, con desconfianza o con temor. Los primeros señalan como una credencial de COPEI, para enrumbar al país por nuevos, mejores y más firmes derroteros, el contar con la presencia activa de un gran movimiento juvenil; los demás expresan como un motivo para tener dudas acerca del derecho de los socialcristianos a asumir el gobierno, el contar con una juventud inquieta, inconforme, y a veces imprudente y rebelde.

De allí que las actividades de la juventud revolucionaria copeyana sean recogidas, deformadas y comentadas por los más importantes voceros como una información de primera plana. Lo que diga un adolescente liceísta copeyano en una pequeña población interiorana toma rango de gran noticia, sobre todo si puede llevar al ánimo del lector la presunción de que en sus palabras se envuelve la negación de las ideas de paz, armonía social, progreso constructivo, renovación moral y fe inconmovible en el destino del país que caracterizan el programa de nuestro partido. Los nombres de aquellos que expresen con mayor acritud sus impaciencias tienen mejor perspectiva de hacerse conocer a través de los más importantes medios escritos, sonoros y audiovisuales de comunicación de masas, que los de quienes mantengan serena compostura en la exposición de sus puntos de vista.

La campaña de alarmas sobre la juventud de COPEI subió al más alto grado cuando se anunció la reunión de su Asamblea Nacional. Y mientras se celebraba en San Felipe, los días 19, 20 y 21 de abril, ese máximo evento de dicho organismo partidista, los interesados en perjudicar al partido se daban a la tarea de emborronar paredes de casas de familia en las urbanizaciones del este de Caracas con letreros escandalosos cuyo objetivo evidente no era el de difundir tales consignas, sino el de provocar en los habitantes de esas viviendas una reacción negativa y hostil hacia COPEI. Porque los mismos que asustan a quienes disfrutan de una mejor situación económica con el «comunitarismo» de COPEI, son los que en los barrios populares se empeñan en presentar a COPEI como «el partido de los ricos». Lo que los mueve es el afán de interrumpir nuestra marcha hacia el triunfo.

En cuanto a la Asamblea de San Felipe, se hizo ver que ella «precipitaría» una ruptura aguda en cuadros juveniles del partido. Su resultado fue todo lo contrario: una extraordinaria jornada de afirmación y de verdadero aliento al socialcristianismo como el hecho político de mayor proyección en Venezuela. Las deliberaciones, a las cuales tuvo acceso la prensa, ofrecieron la mayor demostración de madurez y altura. Las decisiones se adoptaron en ambiente de plena democracia interna. Y voceros de todos los matices de la juventud reafirmaron en forma categórica su posición de solidaridad con el partido, su total respaldo a mi candidatura presidencial y decidida entrega a la lucha por la victoria electoral.

La Asamblea concluyó con un impresionante desfile por las calles de San Felipe y con un desbordante acto de masas donde la presencia juvenil era predominante, cargado de alegría, optimismo y emotividad. Los discursos pronunciados por los oradores juveniles del partido fueron martillazo tras otro sobre la afirmación de la fortaleza y solidez de COPEI. Frases espontáneas y entusiastas reiteraron, una tras otra, la confianza de la juventud en la dirección nacional socialcristiana y su identificación con mi campaña. Evidenciaron el hecho de que al comprometerme en esta lucha electoral y en un programa de gobierno, tengo el respaldo inequívoco de todo el partido.

Fue una tarde redonda para el partido: una tarde promisora para el destino de Venezuela, porque su mejor juventud se mostró consciente de su papel motorizador de entusiasmos y reconoció, sin lugar a dudas, la responsabilidad direccional de la generación precedente; tarde de abril cargada de simbolismo, porque ante el inicio de la primavera, la juventud, que es primavera de la vida, ratificó su decidido compromiso con el cambio, que es primavera de la patria.