Recorte de El Universal del 8 de febrero de 1989 donde aparece publicado este artículo de Rafael Caldera.

Bello en Canarias

Artículo para ALA, publicado en El Universal, el 8 de febrero de 1989.

Hasta hace algunos años, Andrés Bello era prácticamente ignorado en el Archipiélago Canario. Algunos especialistas, naturalmente, lo conocían; seguían la tradición que en España representaron Menéndez Pelayo, Manuel Cañete, Martínez de la Rosa, Juan Nicasio Gallego, y en época reciente autoridades de la Lengua, como los hermanos Alonso: Amado y Dámaso. Pero la generalidad, sin excluir intelectuales y egresados universitarios, veía su figura lejana y tenía una idea muy vaga acerca de su vida y de su obra.

En un almuerzo que me ofreció la semana pasada en Santa Cruz, el doctor Enrique Fernández Caldas, actual consejero (vale decir, ministro) de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno Autónomo de Canarias, se comentó que hace no mucho tiempo un profesor de secundaria de la Península Española que estuvo en las Canarias y entabló relación con Ramón Trujillo Carreño, cuando vuelto a su residencia le escribió, le dirigió la correspondencia así: «Señor profesor Andrés Bello». ¡Creyó que Andrés Bello era el propio Trujillo!

Durante las jornadas culturales del archipiélago celebradas en Garachico, en el año 1975, escogí el caso de Bello para referirlo a él principalmente en el tema de la influencia canaria en América Latina. El doctor Fernández Caldas, quien era entonces rector de la Universidad, quedó entusiasmado con la idea de colocar en Tenerife un bronce de don Andrés. El proyecto, in crescendo, pasó de un busto en el Instituto de Filología a un busto en una plaza de La Laguna y, finalmente, a una estatua de tamaño heroico en el campus de la Universidad. Prometí conseguir la estatua: logré financiarla con la aportación de cien venezolanos descendientes de canarios; el Gobierno de Venezuela contribuyó, y el monumento fue inaugurado por el canciller Escovar Salom, el mismo día en que se me invistió con el doctorado honoris causa, el 11 de diciembre de 1976.

Andrés Bello, como lo ha divulgado el historiador canario-venezolano David W. Fernández, fue canario por los cuatro costados. Sus ocho bisabuelos fueron de Tenerife. Entre los numerosos personajes que sirven de vínculo indestructible de Venezuela con las islas, quizás sea el ejemplo más cabal. Ahora bien, es necesario destacar que la tradición bellista que se ha creado allá es, en el presente, una de las más importantes en todo el mundo de habla hispana.

En 1981, Ramón Trujillo Carreño, profesor universitario, ex decano de Humanidades, presidente del Instituto de Lingüística y miembro correspondiente de la Real Academia Española, dotado de una formidable voluntad de trabajo, asistido por un competente equipo de investigadores, decidió aportar a la celebración del Bicentenario del nacimiento de Bello una edición anotada de la Gramática Castellana del sabio caraqueño, la que, según el irrecusable veredicto de Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso sigue siendo, después de más de un siglo, la mejor que existe en Lengua castellana y una de las mejores del mundo en cualquier Lengua, juicio que continúa vigente. Esa edición crítica fue patrocinada por el Cabildo Insular de Tenerife, con apoyo de la Caja General de Ahorros, y tuvo como característica novedad la indicación de todas las variantes hechas por el mismo Bello en las ediciones publicadas durante su vida después de 1847, a saber, las de 1853, 1854, 1857 y 1860. En el denso estudio preliminar de más de cien páginas con que el profesor Trujillo precedió la obra, destacó su valoración de la misma y expuso como motivo central para la edición su convicción de que las variantes de Bello dan mucha luz sobre la marcha evolutiva de las concepciones gramaticales del sabio.

Siete años después, en la Casa de la Cultura, de Tenerife, se ha presentado una nueva edición, enriquecida con las notas de Rufino José Cuervo, que no aparecían en la anterior, y un examen crítico de las mismas, así como algunas modificaciones y adiciones al Estudio Preliminar. La Comisión de Canarias para la Conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, y la Vice-consejería de Cultura y Deportes del Gobierno Canario, promovieron el acto, al que se declaró como el evento inaugural de la preparación del centenario. En torno al acontecimiento de 1492 (¿descubrimiento?  ¿encuentro?) y a la actitud que debemos tomar quinientos años después, me correspondió disertar, después de destacar el significado de la Gramática de Bello y su valor para la unidad de nuestros pueblos, fruto del mestizaje cósmico realizado a lo largo de medio milenio.

La edición ha sido pulcramente hecha por una empresa editorial (Arco-Libros, S.A.), lo que ya de por sí constituye una indicación de la actualidad reconocida de la obra. Trujillo Carreño reveló en sus palabras de clausura que ya para el momento de la presentación se había vendido la tercera parte de la edición, hecho revelador del interés que en los medios isleños tiene hoy ese libro, publicado por primera vez hace más de ciento cuarenta años.

El acto de la Casa de la Cultura se enriqueció, además, con la presentación de otro libro de Trujillo Carreño, relativo a la semántica española. En torno a él hablaron nada menos que Manuel Alvar López, director de la Real Academia, y Fernando Lázaro Carreter, Individuo de Número de la misma. Bellistas de alta calidad, les había tocado hablar en 1981 en la presentación de la primera edición crítica de la gramática; ahora se refirieron concretamente a la obra de Trujillo sobre semántica, a la cual no escatimaron los más categóricos reconocimientos. Oír por su boca la afirmación de que esta producción es la más importante en esa materia que ha aparecido en Lengua española en muchos años, fue para mí no sólo un motivo de satisfacción por la valía del elogio a un buen amigo que ama a Venezuela, pues fue profesor en un liceo de El Tigre, en el Estado Anzoátegui, durante años duros que empujaron una emigración canaria, de la que buena parte vino a nuestra tierra, sino también por la calificación que se da al Instituto de Lingüística que lleva el nombre de Andrés Bello y, en cierta y determinada forma, al «bellismo canario», que tiene hoy en ese instituto su epicentro y que se revela como uno de los centros bellistas más serios del mundo.

Puede decirse que Andrés Bello ha retornado triunfalmente al Archipiélago Canario, cuna de sus mayores, y se reconoce que Venezuela, que recibió tanto de la aportación isleña, no sólo dio a la América Latina y a la humanidad entera el mensaje de libertad encarnado en Bolívar, Sucre, en Francisco de Miranda, sino también dio al mundo de habla hispana el invalorable mensaje de cultura del más grande humanista de América.