Las elecciones de diciembre

Columna de Rafael Caldera «Panorama venezolano», escrita para ALA y publicada en diversos diarios, entre ellos El Universal, del cual extraemos su texto, del 6 de octubre de 1993.

 

Las elecciones que van a celebrarse el próximo cinco de diciembre no son un episodio más dentro del proceso democrático venezolano. Se trata de una jornada decisiva del futuro del país y de la democracia conquistada el 23 de enero de 1958.

La crisis que ha venido atravesando Venezuela es muy grave. La conducta de los últimos gobiernos ha sido inconcebiblemente incapaz, negligente, consumista y corrupta. Los servicios públicos no funcionan. El ingreso real de los venezolanos, principalmente el salario real ha bajado hasta los niveles de los años 40. La administración pública no funciona. El pueblo no tiene un átomo de fe en la palabra de la dirigencia política. El vocablo «político» ha ido confundiéndose con la imagen de una persona insincera, egoísta, logrera, corrupta, pendiente sólo de asegurar su modus vivendi y los mayores beneficios que pueda procurarse, a expensas de una burla constante a la comunidad.

Es indispensable, para iniciar la recuperación, que el país tome plena conciencia de la gravedad de la crisis. Por supuesto, su propio sufrimiento de la situación creada le hace sentir los efectos del empantanamiento que ha venido inundando la realidad nacional. Hasta la educación y la salud, renglones en los cuales los luchadores por la democracia hicieron tanto empeño, y que constituyeron motivo de orgullo de nuestra patria en los primeros quinquenios de la experiencia democrática, están en las estadísticas mundiales en un nivel tan bajo que produce bochorno.

La seguridad personal se ha ido deteriorando aceleradamente. Los lunes, los periódicos, con amargura establecen el número de víctimas de hechos de violencia y lo comparan impresionantemente con el de los conflictos bélicos que se han presentado en la antigua Yugoslavia, después de la caída del régimen comunista.

Lo peor es que, dentro de la confusión existente, muchos se van colocando en una posición de escepticismo creciente, proclive a aceptar «cualquier cosa» que ofrezca poner mano dura en la situación, y otros atribuyen la responsabilidad de lo ocurrido, no ya a un gobierno u otro, sino al propio sistema de libertad y derechos humanos que se consagró, con gran fe en el futuro, en la Constitución del 23 de enero de 1961.

Se ha dicho en oportunidades anteriores, como recurso de retórica electoral, que se trataba de la última oportunidad de la democracia. Ahora se presiente que la afirmación puede formularse de verdad, verdad. Dos intentos de golpe militar ocurrieron en 1992: abortaron, pero dejaron su huella en la conciencia colectiva. A cada paso se propagan rumores, y lo peor es que, si no son realmente ciertos, no carecen totalmente de alguna base.

El venezolano vive angustiado. Angustiado porque se sabe expuesto en cualquier lugar y a cualquier hora, a un atraco que puede ocasionarle la muerte, en su propia casa y a la luz del día, siendo la mayor probabilidad la de que el delito quede impune. No hay confianza en los cuerpos encargados de la seguridad pública; no hay confianza en las autoridades. Y mientras tanto, sólo se ofrecen en el horizonte mayores privaciones y mayores cargas.

El pueblo está comenzando a darse cuenta, pero tiene que hacerlo en forma más clara y decidida, de que el cambio único que puede devolverle la esperanza, es el camino democrático que le ofrece la consulta electoral. Tiene la oportunidad de elegir un gobierno que gobierne para el pueblo, que asuma la tarea de reconstruir a Venezuela moral, material y socialmente. Un gobierno de probada honestidad. Un gobierno decidido a enfrentar el terrible deterioro de la seguridad personal, con hechos y no con discursos. Un gobierno dispuesto a revisar a fondo una política económica cuya consecuencia ha sido mayor pobreza para la mayoría de los venezolanos. Un gobierno probadamente honesto, verdaderamente austero, con antecedentes comprobados y con una autenticidad demostrada.

Se va a elegir un presidente que asuma la tarea de ejercer la autoridad con energía indoblegable, dentro de la ley y del respeto a los derechos humanos de la población, que merezca respeto y sepa asegurarlo por su autoridad moral. Pero se va a elegir también un Congreso, que debe asumir de inmediato la reforma general de la Constitución, para someterla al referéndum del pueblo, la revisión del presupuesto de gastos del Estado y la modificación urgente de textos legales que entraban las posibilidades de recuperación de la Administración Pública Nacional.

El compromiso de quienes aspiran a ser electos para el Poder Legislativo es importante en grado sumo. El jefe del Estado debe tener un soporte firme para adoptar las medidas audaces que la situación de Venezuela demanda. Me siento seguro de que el electorado, que sabe lo que le han costado sus pronunciamientos anteriores, está recibiendo este mensaje en forma cada vez más directa en su propio corazón.

La gente no quiere que se le ofrezcan soluciones milagrosas. Sabe que la problemática actual no puede resolverse de la noche a la mañana. Los daños causados son numerosos, y algunos de ellos son irreversibles. Nadie puede ni quiere volver a RECADI, ni a mecanismos semejantes que conducirían a la misma pendiente. Si el pueblo, como parece que va a ser, me otorga su confianza, debe saber que no podré convertir de la noche a la mañana el purgatorio actual en un paraíso. Pero sabe que pondré toda mi energía y mi experiencia, toda mi voluntad y mi amor a mi país, al servicio de una empresa dura y difícil, pero obligante y comprometedora.

Es fascinante pensar que, en medio de la tribulación actual, no ha desaparecido la esperanza. Millares de jóvenes venezolanos, preparados en los más calificados establecimientos propios y extranjeros, están ansiosos de entregarse solidariamente a la tarea de abrir anchas vías al desarrollo económico y social. Al final de este largo y oscuro túnel, hay una luz de esperanza.

Nuestro pueblo, que ha sabido dar la talla en los grandes momentos de la historia, está presto a recibir la llamada que le devuelva el optimismo y la confianza. Lo convoco a emprender esta inaplazable y apasionante aventura.