Caldera: Política y Deporte

 Por Jesús Elorza

Para el año 1958, después de la caída del gobierno totalitario del general Marcos Pérez Jiménez, se convocó a elecciones en diciembre de ese mismo año y sale electo Rómulo Betancourt, quien gobierna democráticamente de 1959 a 1964. El día 13 de febrero de 1959, ante el Congreso de la República en el acto de toma de posesión, dejó clara su perspectiva política, proclamando lo que hoy se conoce como Doctrina Betancourt, con las siguientes palabras:

«Solicitaremos cooperación de otros gobiernos democráticos de América para pedir, unidos, que la OEA excluya de su seno a los gobiernos dictatoriales porque no sólo afrentan la dignidad de América, sino también porque el artículo 1 de la Carta de Bogotá, Acta Constitutiva de la OEA, establece que sólo pueden formar parte de este organismo los gobiernos de origen respetable nacidos de la expresión popular, a través de la única fuente legítima de poder que son las elecciones libremente realizadas. Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranicen con respaldo de las políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica internacional».

Esta proclama se entiende como un instrumento de protección a los regímenes democráticos-representativos en Latinoamérica, los cuales sean el resultado de la elección del pueblo y no de golpes de Estado. Este instrumento viene a significar el corte o ruptura de las relaciones diplomáticas con aquellos países no-democráticos. Pretende pues la unión de los gobiernos democráticos para aislar y condenar los regímenes ilegítimos.

Esta doctrina fue mantenida, como política de Estado, por varios de sus sucesores, hasta que Rafael Caldera (Copei) le puso fin, argumentando que ésta había aislado a Venezuela del mundo, para ello hizo uso de lo que pudiésemos llamar «la diplomacia del balón» autorizó la participación de la selección de baloncesto en el Campeonato centroamericano celebrado en Cuba en 1969. El grupo nacional estuvo integrado por Arturo Redondo, jefe de la delegación, Armando Naranjo como delegado, Celestino Aellos como entrenador y los jugadores fueron: Miguel López, Pedro Jiménez, Luis Salas, Lancelot Bob, Luis Tovar, Raúl Machado, Rafael Rodríguez, Rafael Herrera, Héctor Tortolero, Jacinto Rodríguez, José Anzola y Francisco Diez. Como árbitro fue José Luis Puertas. También acompañaron a la delegación Jesús Díaz Zurita y Leonardo Rodríguez.

Esta cita habanera permitió, más allá del hecho deportivo, abrir una compuerta para el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Venezuela, que hasta ese momento se encontraban rotas por la injerencia del gobierno cubano en los asuntos internos de nuestro país al apoyar con hombres, armas y dinero a los movimientos guerrilleros que operaban en territorio venezolano. Respetando las distancias históricas y políticas de los acontecimientos me atrevo a señalar la similitud del hecho con la «Diplomacia del Ping-pong» empleado por China y los Estados Unidos en 1971 para la reanudación de sus relaciones diplomáticas.