Ciudadano, Rafael Caldera

 Por Pedro Luis Echeverria

Mi primera columna del año 2010, la quiero dedicar a recordar la memoria del insigne e ilustre ciudadano que fue, en vida, mi muy querido Presidente y amigo, el Dr. Rafael Caldera. Utilizo la palabra ciudadano, en su acepción de hombre bueno y hombre de bien, porque eso es lo que esencialmente fue el Presidente Caldera. La ejemplar trayectoria de su vida, signada por una impecable conducta tanto en lo público como en lo privado enalteció esa honrosa condición. Fue un hombre integral que siempre tuvo la firme convicción que la vida en sociedad requería esencialmente de un absoluto y profundo  respeto a la Constitución y las leyes y la irrestricta observancia de  valores morales y políticos. Sus ejecutorias basadas en esos principios le merecieron  y merecen el tributo del aprecio, admiración y respeto de todos los venezolanos, incluyendo el de sus adversarios políticos y,  particularmente,  de aquellos que tuvimos el honor de conocerlo, tratarlo personalmente y servir a su lado por el engrandecimiento de la Venezuela con la cual soñaba y que nos pedía y exigía le ayudáramos a construir.

Reunía en su persona los atributos, virtudes y rasgos de carácter necesarios para alcanzar con denuedo sus metas: inteligencia, prudencia, reciedumbre y claridad de objetivos, gran valentía personal y una férrea voluntad que le capacitaban para enfrentar y superar las dificultades que encontraba en el camino, una profunda fe en Dios y en sí mismo para no vacilar y perseverar en el esfuerzo, un inalterable y profundo amor por su patria, el desprendimiento y la entrega total de su existencia a la consecución de sus ideales, una poderosa fuerza moral basada en su honestidad y buenos procederes  y, un fuerte e influyente liderazgo nacional e internacional construido sobre la base de su gran formación humanista y de sus encomiables ejemplos de vida.

Con la partida definitiva de este gran hombre, de este gran venezolano se extingue también  esa estirpe de compatriotas que fueron protagonistas fundamentales en la transformación de la Venezuela moderna y los propulsores de los principales logros y conquistas democráticas que hemos conocido y disfrutado. Con Caldera se nos fue la más importante reserva moral y valor de referencia que le quedaba al país. Su experiencia en el manejo de la administración pública, su visión y lucidez de estadista, si viviéramos otros tiempos, habría constituido una instancia de obligada consulta en las horas aciagas y difíciles de la República.

En lo particular, siento un profundo dolor por la partida de mi amigo, mi ductor y ejemplo de emulación. Me siento muy orgulloso del Presidente que tuvimos, de haberlo acompañado en su segunda gestión de gobierno y que me haya distinguido con su amistad y profundo afecto fraternal. Siempre lo admiré como hombre publico y lo respeté por su inmensa calidad humana.

Mi querido Presidente, vayan para usted, en el más allá, las seguridades de mi invariable y perdurable afecto.

Descanse en Paz, ciudadano.

 

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