Palabras para presentar biografía de Rafael Caldera, de Mercedes Pulido de Briceño

Por Miguel Henrique Otero

Cuando tuve la noticia de que la biografía de Rafael Caldera estaría a cargo de Mercedes Pulido de Briceño, tuve un pensamiento que quiero compartir esta noche con ustedes: que posiblemente no hay nadie más adecuado para afrontar la responsabilidad de darle forma a la primera biografía de este notable venezolano.

Cuando tuve ocasión de leerla, pensé que ha sido una fortuna, incluso para la memoria del mismísimo Rafael Caldera, que Mercedes Pulido haya aceptado un reto que es múltiple por muchas razones, comenzando por el más evidente: que un hombre de su productiva longevidad, que acumuló una obra intelectual y política que tendría que ser desgranada en varios campos, y que alcanzó una relevancia que muy pocos otros venezolanos alcanzaron en el siglo XX, no podría, en ninguna circunstancia, ser biografiado en un centenar de páginas.

Y este justo la oportunidad y la limitación que determina el formato de la Biblioteca Biográfica Venezolana, lo que resulta elocuente de la refinada inteligencia de Mercedes Pulido, quien se nos revela aquí, no simplemente como una escritora, sino como una autora, una autora en la plena dimensión de la palabra, es decir, como alguien que ha tomado innumerables decisiones a lo largo del libro.

Este Rafael Caldera que la Biblioteca Biográfica Venezolana se enorgullece en presentar, es un libro de elecciones. De sucesivas, elocuentes y lúcidas elecciones que se sienten página a página, párrafo a párrafo, línea a línea.

¿A qué elecciones me refiero? En primer lugar, a la elección, entre las distintas vertientes del género biográfico, del retrato como la modalidad en que ella pensó y escribió este libro. En el primer trecho, casi sin que el lector se percate de ello, Mercedes Pulido levanta ante nuestros ojos el entorno, con sus ventajas y dificultades, en las que nació y creció Rafael Caldera. De sus páginas, el hombre Rafael Caldera aparece y se configura en su necesaria complejidad. Mercedes Pulido logra ubicarse a la misma distancia, tanto del elogio gratuito que la entidad del hombre no requiere, como del análisis severo que algún adversario hubiese querido escribir o leer. Si partimos del supuesto de que la vida de Rafael Caldera no podría agotarse ni en una ni en dos ni en varias biografías, Mercedes Pulido se ha hecho del mérito indiscutible de haber trazado el camino que tendrán que recorrer las otras biografías que le seguirán: la de buscar, para beneficio de la historia política, del género biográfico y hasta de la historia de las ideas, un punto del mayor equilibrio posible, para un hombre que, exigido por las circunstancias, estuvo obligado a tomar decisiones que, en varias oportunidades, fueron causa de polémicas que todavía no han culminado.

Este libro de elecciones, que se propuso ser lo más justo posible con el hombre Rafael Caldera, no podía escribirse de cualquier manera. Y esta es otra de las elecciones admirables que ha hecho Mercedes Pulido. Su retrato está hecho de una escritura fluida, abierta y de enorme precisión, de modo que cada palabra resulte, sin que haya oportunidad para el equívoco, para ser disfrutada en su ánimo de justicia.

Y es aquí donde llego a uno de los asuntos que más pensamiento debe haber demandado este libro, que fue el de elegir qué momentos, qué episodios, qué elementos entre los muchos que podían ser escogidos, resultaran representativos y emblemáticos en la vida de un hombre que fue tantas cosas por tanto tiempo, hombre de familia y hombre de su tiempo; un creyente y también un luchador que actuó en el campo de la política con extraordinaria eficacia; un intelectual con su mente puesta en los más diversos territorios, pero también en asuntos de tanta terrenalidad como el Derecho Laboral; dos veces Presidente de Venezuela, pero otras miles protagonista de momentos que estremecieron al país, Mercedes Pulido ha logrado en un centenar de páginas proyectar esta figura enorme y compleja, a un mismo tiempo.

Luego de habernos sugerido una versión del individuo, este Rafael Caldera se concentra en narrar lo que podríamos designar como una muestra de los hechos decisivos en la vida de un hombre determinante, que escogió la meditación y la determinación como su método de actuar en el espacio público y político.

Sobre este hombre persistente, la mirada de Mercedes Pulido se mantiene concentrada. Nos entrega, en una narración tejida con extremo cuidado, al Rafael Caldera que tantos conocimos, experimentamos e intuimos. Pienso que se trata de un logro extraordinario, volcado en un texto que fluye sin contratiempos a lo largo de un centenar de páginas. Todas estas me han hecho pensar que se trata, nada menos que de un libro admirable. Y me parece que estas que son razones más que suficientes para que celebremos la aparición de este libro y le prodiguemos a la autora, nuestro mejor aplauso.

Muchas gracias.